¡Qué lindo toda esto de la corrección política!, ¿no les parece? De un momento a otro, todos pensamos (o debemos pensar) de la misma manera que lo hacen los “think tanks” (tanques de pensamientos) de los Estados Unidos o de cualquiera de esas sociedades supuestamente avanzadas, pero si acaso se te ocurre pensar a través de tu propio criterio, te caen encima con sus picadoras de carne (esas que se conocen como medios de comunicación) y te acusan de “retrógrado”, “que por tu culpa esta ALDEA no avanza” y todos los descalificativos de moda.
De repente, ahora la inmensa mayoría de las personas se ofenden por todo, hablar de cualquier tema se volvió una carrera de obstáculos para sortear las vulnerabilidades mentales de todo el mundo, como por ejemplo:
– El gordo ya no es el gordo, es una persona con un cuerpo (o “cuerpa”, según el caso) no hegemónico;
– El que no se baña ya no le podes decir “jakaré po” o “gomero colchón” sin que se ofenda, después de todo, se trata de una persona preocupada por el medioambiente y el cuidado del agua;
Y así es como fueron matando hasta el sentido del humor, pero no es esto lo más preocupante. Lo grave de todo esto es la actuación de los medios de comunicación, quienes fueron limitando el campo de pensamiento de las personas, logrando que la gente se autocensure para no tener que cargar en la espalda los nuevos marcantes del momento, tales como: “Transfóbico”, “Homofóbico”, “Racista”, “Fascista”, “Derechista”, “Conservador”, entre otros.
Ahora bien, ¿a qué me refiero? Bueno, vamos a ponerle el cascabel al gato, resulta que este fin de semana se armó un escándalo en el JETSET vernáculo: que me caso, que no me caso, que había una mujer en la despedida de soltero del caballero, que no era una mujer, era un señor y zas, ahí se rompió el cristal y se desbandó la cuestión: No es un hombre, es una mujer con pene, sos un transfóbico. Alcancé a leer por ahí.
Porque cualquiera que “no entienda” o simplemente no comparta que se trate de una “mujer con pene” y vaya contradicción, automáticamente es víctima de las injustas etiquetas de “transfóbico”, además de todas las de moda, en crudo, una suerte de hombre de las cavernas que no merece vivir en la “modernísima” sociedad actual, porque desde la visión de los autoritarios de la corrección política, usar la lógica te convierte en un ser lleno de odio (y recuerden esta palabra, odio, hasta el final de estas líneas).
Hoy, la corrección política te obliga a entender las cosas, e incluso a hablar, como lo dictan su nuevos parámetros de moralidad. Si defiendes al ExPresidente Trump o al Presidente Bolsonaro, sos un fascista. Si entiendes que Putín lleva algo de razón en su reclamo en la región de Dombass o entiendes que la OTAN y la torpeza del propio Zelenski provocaron el conflicto, sos un asesino, un nazi o lo que fuere. Si entiendes que Black Live Matter (BLM), es un movimiento terrorista urbano, sos un racista. Y así, con cada una de tus opiniones, cada una de las frustraciones ajenas te van aplastando por la imposición silenciosa de la auto-censura. En crudo, convirtieron a la libertad, hasta la de pensar, en una entelequia, en algo que solo vive en nuestras mentes.
¿Se acuerdan del famoso “a mí por un diez mil no me van a llevar”? Sé que sí, no fue hace mucho. ¿5, 6 o 7 años atrás? Es muy cercano en el tiempo como para que lo hayamos olvidado, ¿Recuerdan cómo nos reíamos todos de esos travestis que “le bofeteron” al muchacho mientras le decían que “por un diez mil no me van a llevar”?.
En esa época si era válido el sentido del humor, pues, la TV, las radios y la prensa escrita, todos se hicieron eco del tema y salieron memes, canciones remixadas, incluso aun hoy, se hacen stickers para el whatsapp con esa persona. Pero claro, se trataba de un travesti pobre, una persona marginal que debía prostituirse para sobrevivir. Pasó el tiempo y en privado, muchos se siguen riendo de esa situación.
Los mismos medios que repitieron en un loop interminable al travesti de los 10 mil, son los que hoy se rasgan las vestiduras y nos quieren imponer una supuesta diversidad, que no estamos obligados a compartir y menos a aceptar; por ello acá quiero hacer un paréntesis, poco me preocupa con quien se acuesta cada quien o a quien ama cada quien, lo que si me preocupa, son los criterios estéticos de una falsa moral que pretende decirme, en todos los campos de mi vida, como debo pensar y actuar para que ellos puedan llevar sus negocios adelante.
Todo esto nos lleva a reivindicar una gran frese de Nietzsche: «Si matas una cucaracha eres un héroe, si matas a una hermosa mariposa eres malo». La moral tiene criterios estéticos. Este pensamiento nietzscheniano nos permite reflexionar sobre la dirección que está tomando esta sociedad amparada en la hipocresía de los gobiernos y por supuesto, de sus fieles y serviles instrumentos, los medios de comunicación de masas, todos éstos en realidad, de rodillas ante los poderosos artífices de la agenda global y su idílico “Nuevo Orden Mundial”.
En nuestro país, por ejemplo, nadie le puede indicar a otro la manera como debe vivir o como debe pensar, mucho menos, los medios de comunicación y sus periodistas, que pretenden hacerlo a través de sus burdas cátedras de moral, con discursos incoherentes, vacíos de argumentativa y hasta lingüísticamente incorrectos.
Me pregunto ¿Quién es el impoluto supremo para darnos esas cátedras de moral o sabiduría?, ¿Enrique?, ¿Oscar?, ¿Menchi?, ¿Santula?, ¿Carlitos? ¡Nooo!, ninguno de ellos puede ni debe… tampoco yo; aunque personalmente no estoy en este espacio para utilizar a ningún colectivo para cargarlo de resentimiento u odio.
Y recuerden. «Odiar» no es más que un término actual para lo que en la Edad Media era «blasfemar». Si en el siglo XV no te arrodillabas ante el rey de España, eras un blasfemo. Si hoy no militas en las causas de la corrección política es porque estás lleno de “odio”. El marxismo cultural, el que se presenta a sí mismo como una idea de sociedad evolucionada, nos llevará de vuelta al pasado porque es una idea medieval.