Perú, esta nación andina ubicada en el extremo noroccidental de Suramérica, es gobernada por el ultra-izquierdista Pedro Castillo, quien se juramentó en el cargo como Presidente de la República del Perú, el pasado 28 de julio de 2021, luego de unas elecciones un tanto empañadas por la sombra del fraude, donde la candidata Keiko Fujimori solicitud de auditoría para transparentar los resultados, no obstante, ésta nunca se realizó.
En menos de un año de gobierno, el presidente Pedro Castillo ha cambiado un total de seis gabinetes ministeriales, lo que no sólo denota una profunda inestabilidad política sino gobernativa, amén de evidenciar serias dificultades del propio Castillo para llevar mínimamente las tareas del ejercicio del gobierno.
Las constantes crisis al interior de la presidencia de la República, condujo al lógico accionar del Poder Legislativo, órgano controlador del Poder Ejecutivo, mediante la activación del dispositivo constitucional con “la moción de vacancia de la presidencia de la República”. Por segunda en lo que va de mandato de Castillo, el pasado 29 de marzo del corriente el Congreso consideró la precitada moción, resultando éste fue rechazado, con 55 votos a favor, 54 en contra y 19 abstenciones.
Con esa votación, una lectura rápida o desprevenida podría señalar que se solventó la pugna entre ambos Poderes Públicos, pero nada más alejado de la realidad. En el fondo, Perú, experimenta una larga crisis no sólo gobernativa sino una crisis institucional, la cual se remonta tras la renuncia de Alberto Fujimori, quien fue sucedido por las presidencias constitucionales de Alejandro Toledo, Alan García, Ollanta Humala y Pedro Pablo Kuczynski, éste último renunció tras acusaciones de corrupción y cobros indebidos por parte del grupo brasileño Odebrecht, siendo relevado por Martín Vizcarra, quien también renunció por escándalo de corrupción.
A Vizcarra le siguió brevísimamente el centro-derechista Manuel Merino quien apenas duró horas en la presidencia, obligado a renunciar luego de dos fallecidos en las protestas sociales, habilitando a la presidencia al centro-izquierdista Francisco Sagasti, quien básicamente dirigió al Perú para una transición pacífica y democrática, entregando el poder al actual mandatario, Pedro Castillo de Perú Libre, partido de Vladimir Cerrón.
La era post-Fujimori ha marcado la política del Perú con una inestabilidad muy grande, desde el 2001 ningún presidente ha vuelto a tener mayoría en el Congreso, haciendo que sus gobiernos partan con serias limitaciones a la hora de gobernar. Amén, que es el país con mayor número de exmandatarios procesados por la justicia como Toledo, García, Humala, PPK y Vizcarra, lamentablemente García se suicidó antes de ser sometido a la justicia.
Sobre la base de ese contexto, se suma la crisis económica generada por la pandemia del virus de Wuhan, que justo cuando se espera el 2022 como el año de la recuperación se imbricó con el conflicto ruso-ucraniano, el cual, ha tenido un impacto global muy significativo dado el papel de los actores involucrados en la guerra, Rusia como el gran exportador mundial de petróleo crudo y gas y; Ucrania gran exportador mundial de trigo entre otros cereales.
La avalancha de sanciones económicas a Rusia tras la invasión, volatilizó el sensible mercado de petrolero que rompió su barrera histórica de 100 $/barril y en la actualidad se mantiene gravitando su precio sobre ese precio. En crudo, en los últimos dos meses, el precio promedio del petróleo Brent se ha incrementado un 62%. Esto, impacta el precio de los combustibles en los mercados internos, lo que a su vez, impacta a los costos de transporte y finalmente en un espiral inflacionario de todos los productos, que según la FAO sólo el mes de marzo inflación mundial de los alimentos alcanzó el 12,6%, sólo el cereales el aumento llega a 17,1 y los aceites vegetales más del 20%.
Por supuesto, Perú no escapa a esta realidad global del elevado y rápido incremento del precio de los combustibles y alimentos, razón por la cual, a comienzos de abril se produjeron bloqueos en Lima y otras importantes ciudades del norte de Perú, justo esta semana justo en Junín bastión donde nació el Partido Perú Libre los mismos se desbordaron en manifestaciones callejeras violentas que exigían la renuncia del mandatario. Todo ello, obligó al Presidente Castillo a decretar en la madrugada un toque de queda, medida que horas más tarde dejó sin efecto, tras serias críticas de la oposición sobre su ilegalidad.
Finalmente, vale señalar que hasta ahora, el saldo de las protestas es de cinco personas fallecidas, claro está, no se mide con la misma vara cuando los muertos ocurren con un gobierno conservador que con uno socialista, por ello Castillo no se encuentran en el foco de las ONG internacionales de defensa de derechos humanos. Una tensa calma ha vuelto a las calles limeñas, mientras Castillo distanciado de Cerrón, improvisa desordenada y burdamente medidas económicas paliativas a la crisis como su posible programa general de control de precios. En crudo, todo indica que la conflictividad y la inestabilidad en Perú continuarán, dada la manifiesta incapacidad de Castillo en temas de gestión de Estado y la complejidad de los problemas institucionales que padece el país.