Will Smith pegó un jugoso bife a Chris Rock en medio de la edición 94° de los Premios de la Academia de Arte y Cinematografía de los EEUU. De esos que hacen mucho ruido, un “paf” que sonó fuerte en medio de los chistecitos sosos y ramplones del dizque “humor” yanqui. Aunque, a decir verdad, hubo más espectacularidad e interpretación que rotundo golpe. Diríamos por ahí que Will Smith “no tiene calle” y no sabe dar socos, pero quizás no quiso tumbar de un sopapo al polichinela y conductor de la gala Chris Rock, con quién acostumbra a tomar de vez en cuando algunas cervezas según se dice, pues son viejos amigos. Me enteré de todo eso por culpa de la prensa, que no dejó de ponerlo por todas partes y no me pude librar de ello.
Qué se yo, no acostumbro a mirar los “Academy Awards” desde que le robaron el Oscar a Naomi Watts en “21 Gramos” (2003), más o menos. Es la mejor película del mexicano Alejandro G. Iñarritu a pesar del pelmazo de Sean Penn. Creo que mi esperanza por la humanidad cinematográfica resucitó brevemente con el filme “Whiplash” (2013), en el que J.K. Simmons se disfraza de conductor de orquesta de jazz (o sea, futurismo musical) bien vestido con camisa negra y comportándose como el Duce Mussolini, que al final la rompe porque todos sabemos que en el fondo, el que tiene razón es el profesor facho, sin lloro amigos, sin lloro. Fue la última vez que miré a esta entrega de premios, luego me he contentado con escuchar forzosamente y leer forzosamente los comentarios e informaciones de las redes sociales, de obras mediocres, repetitivas, aburridas, sin contenido o con reciclaje de las mismas volteretas y trucos viejos hasta el cansancio. Creo que con la trilogía del “Señor de los Anillos” de Peter Jackson, se ha hecho todo lo que se podía hacer con el cine, salvo contadas excepciones posteriores. Aunque me dijeron que la nueva versión de “Dune” está que la rompe y la verdad que la primera de ellas, hecha por el gran David Lynch, dejó mucho que desear, así que espero no me decepcione el “remake” cuándo lo mire.
Sí, parece ser que en general, el “séptimo arte” cayó en el “séptimo círculo” del infierno dantesco. El lugar en donde son atormentados aquellos que cometen violencia, de cualquier índole. Por ejemplo, el “Canto XIV” de la “Divina Comedia” nos habla de que en dicho círculo están ardiendo los “sodomitas, usureros y blasfemos”, entre otros. Porque repetimos, la “violencia” no se limita únicamente a lo físico, a hacer la guerra, a golpear con puños o mazos y a disparar armas de fuego.
¡Ajá! Conexión mágica de nuevo. Hollywood, todos sabemos, es la meca de la propaganda anglosajona. Como tal, de la representación, de lo artístico, de aquellos valores defendidos por las élites socioculturales, económicas y políticas de la tecnocracia globalista con sedes centrales en EEUU e Inglaterra. ¿Y en qué se sustenta la dominación que ejercen estas dos naciones sobre el resto de sus vasallos occidentales? Pues precisamente en todo lo que se encuentra ardiendo en el “séptimo círculo” del infierno de Dante: violencia, sodomía, blasfemia y usura.
Sin que nos detengamos a hablar de la “violencia” en su sentido físico y belicoso, podríamos resumir a la “sodomía, blasfemia y usura” en una categoría sencilla, propia de nuestra posmodernidad. Consumismo hedonista y depravado. Esto solamente puede existir cuando se crean realidades alternativas para la mente del ser humano, atiborrado de información basura que inunda a los sentidos del hombre y le impide percibir los hilos de una realidad trascendente, limitándose a una existencia de embaucamiento, en el “desierto de la híper realidad” en donde solo existen las representaciones y los eventos de escándalo, de alto impacto. Las “bofetadas por tu cara” son lo único que puede llamar la atención al hombre posmoderno que está ahogado en su totalitaria sociedad de consumo, deuda y negación del Orden Divino. Es el “séptimo arte” del “séptimo círculo”.
Entonces, la “Ceremonia de los Oscar” (cuál si fuera una especie de “forma extraordinaria del Rito Romano”, pero invertida y pervertida) se convierte en más que mero divertimento. Es la manera de transmitir una “híper realidad”, una ilusión en suma, de la que muchos quieren formar parte consumiendo los “medios masivos” y otros tantos (cada vez más personas, pues hay un declive notable en el visionado de dicha “entrega de premios”) la rechazan, mayormente porque son esclavos de otras “híper realidades” aunque quizás no falten los que, en verdad, simplemente les trae sin cuidado el asunto de los “Academy Awards”. Cada quién sabrá dónde se ubica en ese tablero, pero seamos sinceros: al fin y al cabo, los “grandes espectáculos” deportivos, por ejemplo, no forman sino diferentes “híper realidades” y cada quién tiene su propia “droga” en este gran “Marketplace del Consumo”, más totalitario que cualquier cosa imaginable.
Jean Baudrillard, franchute con toques de pensamiento hispano, escribió en su obra “Sociedad del Consumo” lo siguiente (parafraseo y traduzco con ciertas libertades):
“Entramos en el mundo del pseudo-evento, de la pseudo-historia, de la pseudo-cultura… Es decir, de eventos, de historia, de cultura, de ideas producidas no a partir de una experiencia conmovedora, contradictoria, real, sino producidas como artefactos a partir del código de la manipulación técnica del medio. He allí, ni más ni menos, lo que define todo significado, cualquiera que este sea, de lo consumible. Es esta generalización de la substitución (…) lo que define a la consumición de los medios masivos”.
En este mundo de “pseudo eventos, pseudo historia, pseudo cultura, pseudo etcéteras”, tenemos a una existencia cotidiana que se presenta desnaturalizada, con un contenido que es completamente inauténtico. Es el terreno de la política despolitizada, la sexualidad de-sexualizada, la cultura des-culturizada, o sea, pura y llanamente, consumo desenfrenado, despersonalizado, vacío, tecnocrático, totalitario y globalista. Ahora, decimos “totalitario” porque en este ambiente no hay espacio para salirse de la homogeneidad disolvente que nos presenta la “Sociedad de Consumo” anglosajona. Todos son “consumidores” y están forzados a serlo, gusten o no gusten, quieran o no quieran.
¿Significa que todos los eventos que acontecen son “falsos”? No. Aquí regresamos al “tortazo” que Will Smith le pegó a Chris Rock.
El comediante y conductor de los “Oscar” hizo una bromita muy blandengue para mi gusto, “humor soso y ramplón yanqui” he escrito, en la que está involucrada la esposa de Will Smith cuyo nombre, si mal no recuerdo, es Jada Pinkett, quien sufre de “alopecia”, o sea, caída del cabello, ni más ni menos.
Entiéndase, la “alopecia” es real y casi tan antigua como la prostitución. Pero por alguna razón, se convirtió en “gran cosa” porque Jada Pinkett la sufre. He allí una nueva “híper realidad”, pero bueno, la cosa es que a Will Smith le habría molestado (dije “habría”, le doy el beneficio de la duda) que Chris Rock haga bromas a expensas de su esposa y le metió un cachetazo. Cosa de monos enojados. Pero no terminó acá. Mientras el “maestro de ceremonias” que recibió el golpe hacía una estoica actuación para que no pase a mayores, el actor golpeador (que fue galardonado esa noche) le vociferaba con un poco de histeria mal contenida que “se saque a su esposa de su boca” y yo me quedo “flipando” como dicen los españoles.
Es que las malas lenguas afirman que Will Smith y Jada Pinkett mantienen una “relación abierta” en la que uno y otra “se meten cuernitos” aquí, allá y acullá. Es más, hasta lo admitieron públicamente en varias ocasiones. Díganme “Conde de Maistre y Padre de los Reaccionarios Paraguayos” si quieren, pero esa clase de “relaciones abiertas” no funcionan ni con poxipol mezclado con glifosato, no sean mentirosos chicos, no sean mentirosos. Allí hay siempre “cornudo/a que sufre” o “cornudo/a que se despecha”, nada más. Porque los seres humanos somos así, el amor verdadero es de mutua y total entrega, no un festival de onanismo orgiástico, no sean tan mentirosos por favor. Eso de las “relaciones abiertas” es una patraña tan grande como la “bisexualidad”, porque todos sabemos que el dizque “bisexual” en realidad es un putazo, y punto (perdón por mi francés).
A eso se suma que Chris Rock es amigo de la pareja de “relación abierta” y allí es donde todas las suspicacias se levantan: “sácate a mi esposa de tu boca” le dijo Will Smith desaforado y de nuevo, me parto de risa. ¿El cornudo quiere sumar puntitos atacando a un potencial rival en un enredo de sábanas? No lo sé, no lo sé.
Lo cierto es que todo esto ocurrió en medio de la más alocada artificialidad imaginable. Era un número al que llaman “humorístico” en la entrega de premios de los actores de cine famosos, en donde un actor agredió a otro actor, luego ese actor gritó al otro actor para que el actor golpeado y farfullado, ponga cara de actor y con mucha actuación tenga tiempo de decir que es lo mejor que le ha pasado a la entrega de premios de actores en la historia de la actuación. Espero que las redundancias sirvan para que la idea quede clara.
¿Significa que, volviendo a Baudrillard, todo esto era falso? De nuevo, no. Porque sucedió. Y en el mundo de la híper realidad, el “acontecimiento” de la “sociedad de consumo” anglosajona existe a pesar de sus artificialidades. Solamente queda por discernir qué tan artificial fue lo ocurrido. Diríamos “100 % artificial” sí Chris Rock y Will Smith se pusieron de acuerdo para ello y “50% artificial” sí no hubo consentimiento previo para dicha actuación. O sea que el mundo posmoderno a duras penas tiene espacio para separar a la “realidad” de la “ficción”.
Aun así, nos queda el remate del asunto. Hollywood es la representación del “séptimo círculo” del infierno. En donde la “usura” (el pecado contra las artes y el trabajo noble), la “blasfemia” (el pecado contra Dios) y la “sodomía” (el pecado contra la naturaleza carnal del hombre) son celebradas y promovidas abiertamente, en la homogeneidad disolvente anglosajona de Netflix, HBO, Amazon Prime junto a toda la demás morralla. Es el territorio de Harvey Weinstein, Jeffrey Epstein y demás sabandijas innombrables. Es el epicentro de la pornografía mundial, del liberalismo, de cuánta degeneración imaginable exista. ¿Y de allí surgirá el gran “Príncipe Azul” Will Smith, que vive en una “relación abierta” de cornichelis con su esposa akaperö, haciéndose el machito contra un amiguito actor hollywoodense y potencial “rival”? ¿Es eso lo que se tragan enterito y doblado, sin sumar ni restar antes de aplaudir? Para mí, la cosa es demasiado clara pero Ud. puede quitar sus conclusiones.
Y bueno, que Dios nos pille confesados en esta “sociedad de consumo”, en la que cada quién tiene la droga que quiere meterse adentro para construir sus híper realidades y artificialidades.
Pero sí les puedo recomendar que dejen de mirar los Oscar.