El pasado 24 de febrero, el mundo fue testigo del inicio de la más reciente invasión militar de Rusia a Ucrania. Sin duda, una acción en franca violación a la Carta de las Naciones Unidas, a la territorialidad, al principio de soberanía de los pueblos y del derecho internacional, aunque desde Moscú, la operación se enmarcó en la denominada “guerra preventiva”, por cierto, concepto creado por la doctrina militar nipona en 1941, aunque se popularizó durante el gobierno de George W. Bush.
En el terreno, el temor de los ucranianos se volvió realidad, una verdadera pesadilla apocalíptica se volvía realidad ante sus ojos. El cielo de varias de sus bellas ciudades se llenó de fuego luego que de decenas misiles impactaron en diversas estructuras tanto militares como civiles. Más tarde, las columnas de humo negro, las sirenas se activaron y miles se lanzaron desesperados a la huida entre cadáveres y escombros.
Sintetizando esta última semana de la guerra, en una suerte de actualización del conflicto, el fin de semana sorprendió un Presidente de Volodímir Zelenski afirmando “es tiempo para hablar”, pero a comienzos de esta semana en la voz de Iryna Vereshchuk (Vice-Primera Ministra de Ucrania) rechazó la propuesta rusa de rendición. Luego, el propio Zeleneski apareció nuevamente ante las cámaras para anunciar que todo acuerdo de paz con Rusia deberá ser sometido a referéndum por los ciudadanos ucranianos y reiteró que continuará en los diálogos con su par ruso, pese a ser un proceso complejo.
Ante la zigzagueante posición del mandatario ucraniano, el siniestro canciller de Rusia, Sergei Lavrov acusó al gobierno estadounidense de “obstaculizar las negociaciones”. Lo cierto, es que mientras los diálogos entre las partes se desarrollan, Rusia continua su cruenta operación militar, bien sea bombardeando, atacando con aviones o helicópteros artillados o simplemente a cañonazos, las fuerzas ucranianas sólo les resta resistir.
Haciendo un balance de este mes de guerra, destacamos algunas ideas, las cuales son: las tropas rusas se encuentran virtualmente estancadas en el frente de la capital, con un lento avance hacia Kiev (se encuentran aproximadamente a 20 km), sin bien es cierto que no logran hacerse con el control de la ciudad, mantienen el asedio sobre ésta, impidiendo el normal flujo de personas y mercancías, tornando virtualmente imposible la vida dentro de la capital ucraniana. Adicionalmente a ello, Rusia tiene pleno control de la región del Donbass e intensifica sus ataques sobre la costera Mariúpol, para poder continuar su ruta hacia Odesa.
De Rusia hacerse con el control de Odesa, le permitiría dominar toda la franja litoral sur de Ucrania, lo que equivale decir, obtener el control de las rutas y acceso del mar Negro, además de las autopistas que conectan el extremo sur occidental ucraniano hasta Rusia. He allí la importancia estratégica para Rusia de tales zonas.
Dentro del conjunto de saldos de esta invasión, también podemos señalar la catarata de sanciones diplomáticas, políticas y económicas que ha sido objeto Rusia desde que inició el conflicto, siendo tal vez la más dolorosa para el Kremlin, el embargo petrolero impuesto por EEUU y el Reino Unido. Hecho, que ha volatilizado el mercado del crudo, llevando el precio de éste al pico de 150 $/b, aunque si bien es cierto que ha estabilizado alrededor de poco menos de 120 $/b, su precio sigue siendo muy alto, por encima del tope histórico 100 $/b.
Lo peor, no sólo se ha disparado el precio del petróleo, también lo de los commodities en general, con particular atención sobre el trigo, pues, tanto Rusia como Ucrania son grandes exportadores mundiales de éste, por ello expertos de la ONU han elevado sus voces de alerta sobre una inminente escasez de alimentos a nivel mundial, con mayor crudeza en el extremo norte de África. Otro impacto social de la guerra, se encuentra la crisis de refugiados, luego que más de 3 millones de ucranianos salieron del país con destino fundamentalmente a Hungría, Polonia y Alemania, más los rusos opositores a Putin, que también han hecho lo propio –aunque en menor escala- teniendo como destino Finlandia y Estados Unidos.
Desde el punto de vista diplomático, el saldo es una Rusia virtualmente aislada internacionalmente, apenas colgada a un ambivalente China, cuyo gobierno sostiene que “desea terminar la guerra, pero sin una condena a Rusia”. En cuanto a Occidente, unido en su esfuerzo por detener las hostilidades con la celebración en Bruselas de tres cumbres: OTAN, Unión Europea y G7. Sin contar, que EEUU tuvo que suspender sus negociaciones con Irán por el acuerdo nuclear, de modo de concentrar sus esfuerzos diplomáticos en la crisis en Europa del Este.
Finalmente, un aspecto que no se debe dejar pasar dentro del balance de este conflicto, es el papel de las denominadas big-tech, una vez más ejerciendo su excesivo y abusivo poder de censura sobre sus usuarios, fundamentalmente las Apps de emporio de Zuckerberg como Facebook y Twitter, que bloquean indebidamente publicaciones que vayan en contra de su narrativa sobre la guerra. Sin duda otra muestra de la capacidad de lesión a la libertad de expresión, en su típica y reiterada política de imponer su línea de pensamiento a las masas.