En 1987, justo cuando acababa de cumplir los dieciocho años de edad, me compre el libro escrito por Mijail Gorbachov en una librería de barrio, de los de toda la vida. Hoy vuelvo a releer entre sus páginas, exactamente en la página número siete, lo siguiente:
«El mundo debe comprender, en fin de cuentas, que todo ha cambiado radicalmente. Que la tarea de hoy no consiste solo en salvaguardar la paz, sino también en la existencia de la humanidad.»
Se han cumplido ya 31 años desde el inicio de la Perestroika que llevo a cabo M. Gorvachov, y no deja de sorprenderme, que Europa sigue siendo ese gran teatro donde debe dilucidarse los conflictos del mundo. Una vez más asistimos a una guerra en nuestro seno interior, a la par que nos permitimos no haber aprendido nada de nuestra historia. Nuestros políticos, ineptos con corbata, reflejo también de las sociedades en las que vivimos, vuelven a incendiar el panorama mundial a costa de la vida de miles de personas.
Cuando Joe Biden, era senador en 1997, reconoció en uno de sus discursos: «Lo único que puede provocar una respuesta hostil y enérgica de Rusia es la expansión de la OTAN a los estados bálticos.». Por tanto, la OTAN y las personas que actualmente encabezan la alianza ya conocían antes de incorporar a estos países que esto provocaría un conflicto militar en el futuro.
Por lo tanto, en estas palabras Biden reconoce que hay documentos que demuestran que se dieron garantías a Gorbachov sobre la no expansión de la alianza hacia las fronteras rusas tras la disolución de la URRS. Según un artículo del diario alemán Der Spiegel, hay un nuevo descubrimiento documentado con fecha de marzo de 1991 que viene a añadir que las conversaciones entre Occidente y Rusia dejaron en claro que la OTAN no se expandiría más allá de Alemania Oriental, un acuerdo que parece haber incumplido. Por otro lado, tras el incumplimiento de la OTAN viene el incumplimiento del Memorándum de Budapest por parte de Vladimir Putin. El Memorándum de Budapest sobre Garantías de Seguridad es un acuerdo político firmado en Budapest, Hungría, el 5 de diciembre de 1994, ofreciendo garantías de seguridad por parte de sus signatarios con respecto a la adhesión de Ucrania al Tratado de No Proliferación Nuclear. El memorándum incluye garantías de seguridad frente a las amenazas o el uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de Ucrania, así como la de Bielorusia y Kazajistán. Como resultado, Ucrania cedió el tercer arsenal de armas nucleares del mundo entre 1994 y 1996. Luego, como ustedes saben vino la anexión de Crimea y la advertencia de Putin:
«Simplemente nos engañaron. Cinco oleadas de expansión de la OTAN», aseguró antes de iniciar la guerra el líder de Rusia. En este sentido, intentó mostrar como víctima a Rusia: «No somos nosotros los que amenazamos. ¿Fuimos a la frontera de Estados Unidos? ¿O la frontera de Reino Unido? Vinieron a nosotros. Y ahora dicen que Ucrania también estará en la OTAN. Así que allí también habrá bases y sistemas de armas de ataque y exigen algún tipo de garantía. Deben darnos ustedes las garantías. ¡Ustedes! ¡Y ahora!», aseguró Vladímir Putin en la conferencia.
Por lo tanto, la desconfianza mutua es innegable y tiene un precio, la inviable reconciliación de viejos fantasmas, enarbolando de nuevo las suspicacias de una nueva guerra fría, bajo el paraguas de una guerra nuclear.
Solo quiero recordar las últimas palabras escritas por Mijail Gorbachov en su libro «La Perestroika».
«Deseo a ustedes y a sus familiares salud, felicidad y bienestar, un mundo sin guerras ni armamentos.»