“La libertad es el derecho a decir a los demás lo que no quieren escuchar”, escribió George Orwell y los bolivianos ya hemos demostrado que somos capaces de convertir la libertad en una incomodidad para aquel grupo de nefastos políticos que no asumen las consecuencias de sus errores.
Es inevitable mencionar que para algunos cuantos la democracia es el sistema que más incomodidad les genera, eso de aguantar opiniones de toda índole, escuchar a todo el mundo con intereses distintos y tener la capacidad de respetarlo, no es una habilidad que reluzca en nuestros políticos que quieren manejar a la sociedad como si fuera un títere, lo cual es imposible. Para ellos es más fácil vivir y trabajar en dictadura, así solo obligan al “pueblo” a apoyarlos cada vez que manden (el mejor ejemplo es la militancia, ciega, sorda y muda, que tienen prohibido disentir con los jefazos o alguna idea que pregona el partido).
Deambular en tiempos de autoritarismo es peligroso, aún más cuando a nosotros, los jóvenes, nos gusta expresar lo que pensamos, o peor aún, defendernos frente a la injusticia y el abuso de poder impuesto por los gobiernos de turno. Pasar del gobierno a la libertad no es tan sencillo, cuando los cómplices abundan en el silencio frente al deterioro del país, cuando el narcotráfico reina en nuestras calles, cuando el populismo y la ambigüedad es el pan de cada día de la política que tenemos. Hayek lo dijo “la libertad necesariamente significa que se harán muchas cosas que no nos gustan…”, y eso de quedarnos en nuestra zona de confort le está costando caro a toda la sociedad. Sin duda hay mucho que gritar, cambiar y construir, esto es una autocrítica y un buen mea culpa por que recién meses antes de las elecciones, muchos salimos a exigir lo que se debió hacer durante la gestión.
El hombre libre piensa, no obedece, disfruta la plenitud de vivir bajo la responsabilidad de asumir las consecuencias de sus decisiones, por ende, vivamos asumiendo que nos merecemos los gobernantes que tenemos pero que está en nosotros el poder cambiarlos cuando queramos y ellos lo saben, por eso no nos quieren libres.
Hoy la verdad, la justicia, la equidad, la transparencia y la integridad, les incomoda a los que, a costa de los recursos de los bolivianos, parasitan el Estado en todos sus niveles y se enriquecen sin medida. No podemos permitir que la cultura del odio, el discurso de venganza y la intimidación de parte del gobierno mediante la persecución política se imponga. Sin libertad no es posible la sana convivencia y el avance en el camino de la reconciliación, la prosperidad y el desarrollo.