Cuando uno menciona a Canadá, la mayoría de la gente piensa en un país progresista, lleno de libertades y gobernado por un político cool. Muchos periodistas en Occidente alaban que Justin Trudeau sea promotor del aborto, el matrimonio homosexual y aliado del feminismo. Parecería que nada malo puede salir de tan noble personaje. Sin embargo, en nombre de la salud pública, Trudeau pretende imponer el pasaporte de vacunación ―que, aparte de ser una violación a los derechos individuales, es inútil para prevenir los contagios.
Es evidente que el «genial» Justin no entiende que el Estado no puede volver obligatoria la vacunación, ya que convertiría a Canadá en una dictadura. Además, que las democracias se sostienen sobre el respeto a la libertad.
En esas circunstancias nace la protesta de los traileros. Un movimiento conformado no sólo por trabajadores de ese oficio, sino por miles de personas que se oponen al progresismo, al globalismo y a la dictadura sanitaria. Tucker Carlson, uno de los periodistas más populares de la cadena Fox News, dijo lo siguiente: «El movimiento de los camioneros es la protesta de derechos humanos más exitosa en una generación».
Trudeau ―imitando a Chávez, Castro o Morales― minimizó el impacto de la manifestación por la libertad. Sin embargo, el #ConvoyForFreedom se volvió tendencia en varias redes sociales, aunque con mayor énfasis en Twitter. Tanto así, que pronto empezó a llegar el apoyo de varios políticos conservadores. Por ejemplo, Ted Cruz. El senador de Texas dijo: «Los traileros son héroes y patriotas que no sólo marchaban por la libertad de todos, sino que estaban defendiendo Canadá, pero defendiendo también a los Estados Unidos».
Como las manifestaciones cobraban mayor fuerza, Trudeau, junto con su familia, se ocultó en una residencia privada. A las pocas horas de ese hecho, da la noticia de estar infectado con COVID19. Esto, para gran parte de la ciudadanía, resulta contradictorio, pues Justin se encontraba aislado y vacunado.
Luego de estar escondido varios días, con un Canadá paralizado por más de tres semanas, Justin Trudeau no aguantó más y, siguiendo la receta que el manual dictatorial recomienda en estos casos, decretó una ley marcial que suspende cualquier garantía constitucional, incluso autoriza el congelamiento de cuentas bancarias de aquellos que participen en las protestas.
Christine Van Geyn, directora de la Fundación de la Constitución Canadiense (CCF), expresó lo siguiente: «El primer ministro Trudeau ha asentado un precedente peligroso al invocar la Ley federal de emergencias, nunca antes utilizada, para abordar la situación actual».
La policía canadiense puso en marcha la ley marcial ―con un saldo de varios manifestantes arrestados. Pero también cerró el centro de Ottawa para evitar que los camioneros reciban ayuda, en especial alimentos, de la población. No sé ustedes, pero yo no veo diferencia alguna entre el actuar de Trudeau y el de Evo Morales (el tirano boliviano ordenó cercar las ciudades bolivianas el 2019).
Otro detalle que llama la atención, los militantes socialistas de América Latina guardaron silencio respecto a la situación de los camioneros canadienses. Es decir, un gobierno viola sistemáticamente los derechos de los trabajadores, pero los revoltosos de izquierda se quedan callados solamente porque Trudeau flamea el trapo multicolor de la comunidad LGTB. Ni hablar de la prensa que ―por ejemplo, la boliviana― no hizo la más mínima mención a los hechos que suceden en Canadá.
Hay dos grandes enseñanzas que nos deja la pandemia. Primero, la lucha se divide entre quienes queremos vivir en libertad y aquellos que, a cambio de una falsa seguridad, están dispuestos a entregarle todo a gobiernos tiránicos y a las grandes burocracias internacionales. Segundo, el COVID le cayó bien a todos los dictadores del mundo, pues les dio un pretexto para encerrar personas y cercenar derechos.