El pasado 2014, los ucranianos estaban a las puertas de realizar un referéndum para decidir pacífica y democráticamente, si se incorporaban en calidad de miembros plenos a la Unión Europea. El entonces presidente Viktor Yanukóvich paralizó dicha elección, lo cual, desató masivas protestas en Kiev como en otras ciudades, conocidas como “Euromaidan” o la Revolución de la Dignidad.
La brutal represión sólo generó una mayor escalada de las protestas, lo que obligó al parlamento el 22 de febrero de 2014, a aprobar por amplia mayoría (328 votos) la destitución del Presidente Viktor Yanukóvich, más la convocatoria a elecciones presidenciales para mayo de ese mismo año. Pese a que Yanukóvich señaló que su destitución fue ilegal y que no abandonaría Ucrania, finalmente huyó a Rusia.
La caída del presidente pro-ruso Yanukóvich, abrió las puertas a una verdadera democracia en la nación ExURSS, con libertad y sobre todo el espíritu occidental inundó la vida de los ucranianos, pero esa alegría duraría muy poco, pues, la respuesta del Presidente de Rusia, Vládimir Putin, no se hizo esperar.
Poco más tarde de la caída de Yanukóvich, el Presidente Putin le pasó la factura a los libertarios ucranianos, Rusia invadió Crimea con el artilugio que dicha invasión fue realizada bajo el marco del derecho internacional para preservar la vida de los ciudadanos rusos que residen en dicho territorio, así como salvaguardar la integridad de las bases militares rusas emplazadas en la zona.
Crimea, bajo ocupación de tropas rusas realizó el 6 de marzo un referéndum donde se declaró “República Autónoma de Crimea”, su corta autonomía apenas duró diez días, pues, decidieron reintegrarse a la Federación Rusa. El 18 de marzo en Moscú, el mandatario ruso en un pomposo acto anunció oficialmente la anexión de Crimea al Estado ruso, con lo cual, se consumó el arrebato territorial a su débil vecina Ucrania.
Una gran crisis internacional y diplomática tuvo lugar, pero todo quedó allí en condenas, declaraciones y estériles sanciones económicas, pues, Putin continuó en el poder y bajo pleno control de Crimea. Pero para el régimen totalitario del Kremlin no todo quedó allí, su estrategia se centró en apoyar militar y financieramente a los grupos rebeldes ucranianos (obviamente todos ellos abiertamente pro-rusos/pro-Putin) de la región del Donbass (fronteriza con Rusia) que básicamente comprende las provincias del sureste, como Donesk y Lugansk.
Esta situación de ataques intermitentes entre las tropas ucranianas y las rebeldes pro-rusos del Donbass se mantuvo así hasta el 2019, cuando el outsider y actor cómico Vlodomir Zelenski fue electo presidente de Ucrania. El inexperto y joven presidente ucraniano llegó al gobierno de Kiev con un audaz objetivo, profundizar la occidentalización de Ucrania, concomitante a este objetivo procuraría la incorporación formal de Ucrania a la OTAN.
El Presidente Zelenski sostuvo un encuentro con su homólogo Donald Trump en el marco de la Asamblea General de la ONU, donde además de pedirle misiles anti-aéreos, también abogó por una participación de Estados Unidos en las negociaciones con Rusia sobre el oriente ucraniano. Zelenski retornó a Kiev con las manos vacías.
Pero el Presidente Zelenski no se quedó de brazos cruzados, avanzó en su política de occidentalización de Ucrania sosteniendo un encuentro en Bruselas con el noruego Jens Stoltenberg Secretario General de la OTAN. Más tarde y aprovechando el cambio de gobierno en Washington, el pasado 1 de septiembre de 2021 sostuvo un encuentro con el Presidente Joe Biden en la Casa Blanca. Justamente, esta reunión es el origen de la actual coyuntura Ucrania – Rusia, pues, además que el presidente Biden le ofreció a Zelenski 60 millones de dólares en ayuda militar, también avanzaron en el proyecto del ingreso formal de Ucrania a la OTAN.
Desde entonces, el calvario del hoy heroico Presidente Zelenski no ha terminado, pues, la reacción rápida y enfática del Kremlin no se hizo esperar, Rusia rechazó el ingreso de Ucrania a la OTAN, por considerar ésta una amenaza a su seguridad, entendiendo que de materializarse misiles de potencias rivales conglomeradas en esta alianza militar occidental podrían llegar a Moscú en apenas cinco minutos, por tanto inaceptable para Rusia.
Pese al enérgico rechazo de Putin a la iniciativa de Zelenski, éste siguió avanzando. Moscú pasó de las palabras a la acción y a finales del 2021 colocó más de 100 mil hombres con blindados, helicópteros artillados y hasta un hospital militar a escasos kilómetros de la frontera occidental con Ucrania. Además de la colación de las sofisticadas baterías anti-aéreas tipo S-400 al sur de Bielorrusia, igualmente muy próximo a la frontera con Ucrania.
A partir de allí, desde finales de 2021 y lo que va del presente año, ha habido decenas de reacciones de la Comunidad Internacional, desde el Secretario General de la ONU, discusiones en el Consejo de Seguridad de la ONU, cumbres presidenciales en Moscú y Washington, reuniones de Cancilleres de la Unión Europea, anuncios de amenazas, todas ellas con el propósito de evitar la invasión de Rusia a Ucrania.
Finalmente, los hechos son contundentes, Occidente fracasó en el esfuerzo de impedir la invasión. Ayer el Presidente ruso inició una masiva y sangrienta operación militar por aire, mar y tierra, atenazando de norte a sur a Ucrania desde Chernihv, Kharkiv, Lugansk, Mariupol, Kherson y Odesa. Hoy, ya las tropas rusas han llegado a Kiev, con lo cual, el gobierno de Zelenski virtualmente ha caído, a la vez, Viktor Yanukóvich se prepara para asumir el gobierno de Ucrania y con lo cual se habrá consumado la venganza de Putin.