Ayer nos enterábamos, en medio de una tormenta informativa proveniente de tantos lugares, de una noticia que a duras penas ingresó en algunos recuadros pequeñitos entre los grandes titulares de la prensa internacional: luego de una larga puja, la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia de Colombia dictaminó que el “aborto inducido”, hasta la “semana 24 de gestación” es legal y de libre práctica en todo el territorio de dicho país.
Días antes de tan infausta noticia, recorrían imágenes que se hicieron “virales” en las redes sociales sobre algunos carteles publicitarios en Alemania, en los que aparece una madre dando de amamantar a su bebé y allí, la frase “¿el futuro o una asesina del clima”?
Realmente, no podemos dejar de mirar pasmados todo esto. Porque ambas situaciones, en Colombia y en Alemania, son los síntomas de un avanzado estado de putrefacción social que se vive no solamente en el “Viejo Mundo” sino también en los territorios novohispanos.
La primera pregunta que viene a la mente es la siguiente. ¿Quién cultivará el café colombiano? Porque en el sistema tecnocrático y burgués en el que vivimos, con el exterminio de esos seres que debían procrear y poblar la tierra, gradualmente van quedando en manos de automatizaciones y pequeños grupos oligárquicos el control de los recursos naturales de una nación. ¡Ese es el plan de los “enemigos de la humanidad”, despoblar al mundo entero para su propio beneficio!
Como paraguayo, con ese cariño histórico y especial que siento hacia Colombia, siempre he dicho que dicho país, con sus más de 50 millones de habitantes, ya habría sido una potencia mundial sí no fuera por los interminables conflictos bélicos y terribles matanzas causadas por las narco-guerrillas a lo largo de su historia. Pero ahora, que aparentemente todo esto se estaba disminuyendo luego de décadas y décadas de muerte y destrucción, cae como una pesadísima losa sobre la cabeza del pueblo colombiano esa tragedia socio-económica sin parangón llamada “aborto inducido”.
Un gran argentino llamado Juan Bautista Alberdi, alguna vez dijo que “gobernar es poblar y poblar es desarrollar”. Pues bien, téngase en cuenta lo siguiente. Colombia posee una extensión territorial de 1.141.748 kilómetros cuadrados, con lo que casi cuadruplica a dos países que son miembros del denominado “G7”, Japón (377.975 km2) y Alemania (357.578 km2). Pero la densidad poblacional colombiana empalidece completamente en comparación a la de los japoneses y alemanes. Digamos simplemente que solo el “área metropolitana de Tokio” concentra a casi 40 millones de habitantes en unos 13.500 km2 de territorio nipón y sin embargo, Japón fácilmente podría albergar al doble de su población total sin pestañear mucho. Eso equivale a cinco veces la población total del Paraguay en un espacio que no alcanza el 4% de nuestra extensión. ¡Imagínese! Y en Alemania también hay ejemplos interesantes, como la zona industrial del Ruhr, pequeña extensión territorial en donde viven cómodamente millones de alemanes sin faltarles bellas plazas y espacios verdes.
Nipones y teutones llevaron al pie de la letra esa frase de Juan Bautista Alberdi (sin conocerlo, probablemente). Sus mejores gobernantes, en los siglos XIX especialmente, sabían que no podía existir desarrollo económico y social sin aumentar debidamente la población del país. No obstante, el mundo posmoderno se ha encargado de aniquilar esas perspectivas. Así, tanto Alemania como Japón están entrando, lento pero seguro, en eso que muchos expertos denominan un “invierno demográfico”. El país europeo, con una bajísima tasa de natalidad entre sus habitantes originarios, se mantiene a flote “importando inmigrantes” de países islámicos, que al mismo tiempo de servir como “mano de obra barata y semi esclava”, traen consigo enormes problemas sociales y culturales de adaptación (con terrorismo jihadista incluido). Por su parte, los nipones también, luego de mantenerse en situación “vegetativa” respecto a su demografía por muchos años, ahora tienen un decrecimiento poblacional, leve pero sostenido y ya se plantearon la posibilidad de aplicar el “método europeo”, es decir, importar mano de obra barata de otros países para sostenerse socio-económicamente.
¿Cuáles son las causas de ese “invierno demográfico” en Alemania y Japón? Las hay muchas y variadas. Pero podríamos citar como la principal al “aborto”, en cualquiera de sus formas. En el país germánico (aborto legal “de facto” desde 1976), un promedio de 100.000 abortos se practican por año mientras que en tierras niponas (aborto legal desde 1948), el número estaría en torno a 150.000, sin contarse los sub-registros en ambos casos (porque incluso con la legalización, siguen existiendo por varios motivos, entre ellos, evasión de impuestos y fiscalizaciones). Si se tiene en cuenta lo que el Instituto Guttmacher (principal proveedor de estadísticas pro-aborto a nivel mundial) indica, casi el 80% de los “abortos inducidos” se practican por “motivos socio-económicos” (la madre alega no tener cómo pagar por el bebé o alega no sentirse capacitada para criar al bebé). Según la misma organización, los “abortos inducidos” por “violación, incesto, riesgo de vida para la madre” no alcanzan todos juntos el 2% del total. El restante 18% se reparte entre “problemas genéticos/congénitos del feto” y “anti-concepción”.
Si aceptamos esas estimaciones y si consideramos exclusivamente a ese promedio de 80% a nivel mundial de “abortos inducidos por motivos socio-económicos”, se podría estimar que en Alemania se habrían matado a 3.600.000 bebés desde 1976. En Japón es todavía peor: 8.760.000 inocentes sacrificados.
¡Y la paradoja está allí, riéndose a carcajadas! Alemania y Japón, preocupadas por el “invierno demográfico” en sus países, debiendo apelar a la “importación de mano de obra barata” para sostenerse social y económicamente, tienen a millones de niños muertos por “aborto legal” desde hace varias décadas. El daño es todavía mayor porque, como es bien sabido, el crecimiento poblacional es una curva que tiende a ser exponencial en las condiciones más adecuadas. Tanto Alemania como Japón poseen un altísimo desarrollo como para que su expansión demográfica sea exponencial, es decir, que los nipones no perdieron solamente a 8.760.000 bebés asesinados sino también a los hijos y nietos de esos bebés asesinados…
¡Y ahora Colombia, la bella y alegre Colombia, está eligiendo ese camino! ¿Quién cultivará los granos del mejor café del mundo? ¿Se hará quizás con máquinas y robots automatizados, mientras el resto de la población es abarrotada en un par de áreas metropolitanas de decadencia y fetidez, en las que lentamente envejecerán y morirán sus habitantes?
Téngase en cuenta lo siguiente. Después del aborto viene la “eutanasia on demand”. Esto significa que si Ud. alcanza una determinada edad cronológica, digamos 80 años, y siente que ya no contribuye a la sociedad, puede ir con un médico que “por motivos de salud mental” le podría recetar una “eutanasia”, para luego dirigirse a los modernos campos de exterminio de la actualidad (los hospitales de la posmodernidad tecnocrática), en donde son asesinados millones de bebés, adultos que “se sienten morir” y también millones de ancianos. ¿No me cree? Pues en la misma Colombia, este año, a una mujer de 51 años diagnosticada con esclerosis lateral amiotrófica pidió el “suicidio asistido”, que le fue concedido. La dolencia ni siquiera era terminal (lo que tampoco es excusa para la eutanasia) pero los tribunales de Colombia, los mismos que aprobaron el aborto hace unos días, dieron su visto bueno y así se procedió a matar a esta mujer. “¡The Slippery Slope is real!”.
De cualquier manera, este caso colombiano no es nada al lado de lo que se vive en los países europeos. En Holanda, la “eutanasia on demand” es práctica antigua, al punto tal que muchos ancianos “programan” sus eutanasias al llegar a determinada edad para “no ser una carga social”, utilizando como coartada médica enfermedades como la diabetes, el Alzheimer, etcétera. ¡Ética protestante en su más cruenta expresión! Y desde Suiza recorrió por todo el mundo la imagen de “Sarco” (el macabro y marketinero nombre produce escalofríos), literalmente, un sarcófago posmoderno en el que la gente puede entrar y “suicidarse sin dolor” por la módica suma de unos cuántos dólares, porque el libre-mercado todo lo puede y todo lo permite mientras haya alguien que quiera pagarlo, ¿verdad, libertarios? Ya sé, ya sé, “solo es malo sí se hace con nuestros impuestos”. En fin… La hipotenusa…
Lastimosamente, nuestra querida hermana Colombia ha caído en manos de la delirante “cultura de la muerte y del descarte” del mundo tecnocrático posmoderno, los “enemigos de la humanidad”. Las consecuencias socio-culturales de esta tragedia son evidentes a simple vista. Hasta ahora, absolutamente nadie, pero absolutamente nadie ha demostrado que un solo beneficio haya surgido en país alguno con la aprobación del Aborto. Miren el caso de alemanes y japoneses (por citarlos como ejemplo nada más), quienes quizás en su inmensa arrogancia y soberbia, no admitirán el error gravísimo que cometieron. Vean a holandeses y suizos, quienes hace siglos están en manos de los “enemigos de la humanidad” y que son verdaderos “muertos en vida”, que necesitan de “Sarco” para dar razones a sus anodinas existencias: poder pagarme un “suicidio asistido” en un sarcófago diamantino. ¡Dios mío, estos tipos, en serio, se creen más civilizados que nosotros, solamente porque tienen dinero para dilapidar en eutanasias, estupefacientes, prostitución, pornografía y abortos!
Me viene a la mente el grandioso Francisco de Quevedo:
“Pues quién le trae al lado… Es hermoso aunque sea fiero…
¡Poderoso Caballero es Don Dinero!
¡Ah, pero esos “civilizados” están luchando contra el “cambio climático”, como ese cartelito que se difundió por Alemania, los muy puritanos! ¡Bueno! ¡Quizás ellos mismos, como población, se consideran una plaga que debe ser erradicada de la faz de la tierra! Yo no les culpo, pero realmente rezo por esas naciones y por la hermosa Colombia, que como paraguayo, me duele tanto como si fuera mi propia Patria, pues cayó en manos de los “enemigos de la humanidad”.
Hablando de Paraguay, a manera de cierre. ¿Cómo nos encontraremos en ese instante en el que tengamos que salir a defender nuestra nación de los que quieren “exterminar paraguayos hasta en el vientre de sus madres”, según frase atribuida a Domingo Faustino Sarmiento? Esperemos que cuando llegue el momento de enfrentar a los “enemigos de la humanidad” en esa nueva “Guerra de la Triple Alianza” que intentarán hacernos, estemos dispuestos a luchar hasta el máximo sacrificio para que las palabras de Sarmiento nunca se hagan realidad y que, por el contrario, reverdezcan todas esas loas que el gran Alberdi alguna vez nos dedicó: “el pueblo más noble y más heroico de toda América”.
Sí, a tenerlo en cuenta, porque Paraguay es el próximo en la lista…