Me asustan las noticias recientes, ciertamente el mundo anda patirevuelto, y la sagaz izquierda paraguaya anda de despedida de soltera, soñando con sentar a Esperanza Martínez en Mburuvicha Roga. Su último chanchullo me recordó a Cortázar andan montados en <<la esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo>>. Le ofrecen a la incauta juventud la promesa de abolir el “sistema de privilegios”, después de haberle vendido que tal cosa existe y haberles envenenado el alma con una visión edulcorada de la lucha de clases marxista.
Vengo de un país que se tragó el cuento, que se dejó adormecer de los cantos de sirenas y las promesas endulzadas, que se dejó arrastrar por cada una de las tramas populistas del manual y guiados por un autócrata megalómano y narcisista, que no reconocía fallas en sí mismo, fue conducido inexorablemente hacía el acantilado y hoy sufre y padece un naufragio de proporciones épicas de donde solo repuntará apoyando el corazón contra las espinas y levantando la voz, porque así y solamente así, como nos enseña Oscar Wilde, se pueden cosechar rosas rojas en el invierno.
Es cierto que el sistema no es perfecto, es cierto que una parte del binomio casta política – poder económico está hundido en la corruptela mucho más profundo que las marianas, pero también es cierto que hasta en los basurales crecen las flores y que conducir a la sociedad a una dinámica de odio fratricida solo busca revolver las aguas, porque como dice el refrán: En rio revuelto, ganancia de pescadores, y esos traficantes de patriotismo son tan hábiles procurando su ganancia que no cesan de atizar y descomponer, para que cuando las realidades vuelvan por su curso natural a su lugar, ameritarse haberlas compuesto y reunir el capital político del respaldo electoral o de la opinión favorable de sus víctimas culturales.
Cuba lo sabe, y cuando veo a los nefastos líderes de la izquierda paraguaya enarbolar los mismos estandartes, empuñar la misma ponzoña y engañar con el mismo discurso al campesinado y a los estudiantes, comprendo que el manual que están siguiendo fue dictado desde la Habana.
La dictadura cubana en su línea de política exterior no solo exporta batallones de médicos esclavos y personal de la salud, también exporta guerrilleros ideológicos, alguno de los cuales fueron aprehendidos en las protestas en México y Colombia de los años recientes y una especie mucho peor, como el ídolo marxista Che Guevara, incitador de conflictos internos como en Bolivia dónde encontró la muerte, después de haber dirigido juicios contra opositores en Cuba, de haber recluido en campos de trabajos forzados a homosexuales y seminaristas, de haber reconocido en Naciones Unidas que la dictadura fusilaba y seguiría fusilando y de haberle confesado a su padre, en una carta que le gustaba asesinar.
Tan generosa, y por generosa, incauta es la juventud que hoy ves movimientos LGBT con la imagen del “Che Guevara” cuando con total seguridad él los hubiera enviado a los gulags caribeños porque “el trabajo los hará hombres” y “la revolución no se hace con peluqueros”.
Urge sacudir la tontería política de los hombros de nuestra juventud porque definitivamente, por lex vitae serán los herederos del Paraguay, y tomarán las decisiones que puedan construir o arruinar está hermosa tierra guaraní. Ahí vendrán los soberbios a decirme, en Paraguay no sería posible algo como eso, porque Paraguay no es Cuba.
Ingenuos. Lo mismo decían los venezolanos hace 20 años, y los argentinos hace diez, y cada elemental día que pasa, las noticias nos demuestran como el lazo pérfido de la izmierda (no es una errata) latinoamericana, cierra un poco más el lazo en torno al cogote de los hermanos argentinos, porque los venezolanos cuelgan hace rato del patíbulo de la historia. Por eso no es extraño encontrarlos en los colectivos y los semáforos de Asunción pidiendo colaboración y ayuda. Está en nuestras manos, y en nuestras voces y en la luz de nuestro pensamiento y capacidad de incidencia social, advertir el peligro inminente que se cierne sobre nuestro campesinado y estudiantado, porque “ellos” llevan tal vez quince años afilándose las uñas, para saltar, en cuanto la historia se los permita sobre nosotros.