Los Juegos Olímpicos de Invierno están en pleno desarrollo en la ciudad de Beijín. Bajo otras circunstancias, nos encontraríamos frente a un bonito evento deportivo. Pero estos, particularmente, llaman la atención por dos motivos. Uno, porque se están celebrando en el país que, hace tan solo dos años atrás, infectó al mundo con el COVID-19. Y dos, porque la prensa progresista trata con demasiada amabilidad al gobierno chino. No es exagerado decir que nadie tendría la misma actitud tan condescendiente si el virus fuese de origen estadounidense.
Estoy seguro de que muchos no se han dado cuenta de ese «pequeño» matiz. Sin embargo, el hecho que los juegos invernales se desarrolle en China nos advierte a que lado se está inclinando la balanza del poder.
Si hasta ahora, con especial énfasis luego de la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos han sido la primera potencia del mundo, todo apunta a que ya no será así. Ya que según las «predicciones» del Foro Económico Mundial (FEM), en 2030 el Dragón Rojo será la economía más grande del mundo. Ojo, lo escribo entrecomillado porque solo un ingenuo puede entender que realmente es una predicción, y no algo larga y deliberadamente planeado. Por si alguien sigue dudando de esto, le invito a observar la vergonzosa actitud genuflexa que tienen muchos líderes políticos y empresarios de occidente ante Xi Jinping.
Que China sea la potencia dominante tiene serias implicaciones sobre nuestro estilo de vida. No en vano, eso que se nos presentó bajo la «Nueva normalidad», no es otra cosa que una élite capaz de censurarnos, encerrarnos y castigarnos por no obedecer sus mandatos. Una especie de politburó a nivel mundial con dos patas: El Gran Reinicio, del Foro Económico Mundial, y la Agenda 2030, de las Naciones Unidas.
Al primero, se le presenta como una iniciativa privada, y la segunda, de corte público. No obstante, se trata, en realidad, de una sola agenda que pretende monopolizar la cultura, la política, la salud y la economía.
Soy consciente de que analizar la Agenda 2030 requiere muchas páginas, cosa imposible para un artículo. Por eso me voy a centrar en uno de sus puntos, que, como padre de familia más me preocupa: la llamada igualdad de género.
Cuando uno mira la prensa en cualquier parte del mundo ―aunque parezca exagerado, es así― se encuentra con noticias que resaltan una supuesta discriminación contra las mujeres. Algo análogo sucede en los estudios e investigaciones universitarias. El relato se resume en varones reunidos en una cámara secreta para confabular contra el sexo femenino (el patriarcado).
Sin embargo, el patriarcado no se conforma con joder a las mujeres, sino que tiene más victimas, entre ellas, los más de treinta géneros que conforman el colectivo LGTB. Incluso el odio y la envidia que ejercen unas mujeres contra otras es culpa de los varones. «Micromachismo» lo llaman.
Entonces ―para alcanzar la mentada igualdad de género y curarnos de la masculinidad tóxica― los varones debemos ser sumisos a todo lo que nos digan las profetas del feminismo. Verbigracia, aceptar cursos y talleres para aprender a deconstruirnos.
Empero, como la mayoría de los varones ni nos sentimos abusadores y mucho menos queremos perder horas de nuestra vida escuchando como hablan mal de nosotros, el proceso de deconstrucción no puede ser voluntario. Por ende, hay que llamar al Estado para que someta a todos los rebeldes.
¿Piensa que estoy exagerando? En febrero del 2021, la oficina de Derechos Humanos de la ONU solicitó que sus colaboradores (todos aquellos que tienen algún chiringuito) elaboren una suerte de lista negra en la que se registraría a quienes se oponen a la ideología de género. Básicamente, se estaba pidiendo que se hiciera un trabajo de espionaje e inteligencia a grupos de la sociedad civil opuestos a la agenda 2030. Eso sí, en nombre de la «tolerancia» y la «diversidad».
El Gran Reinicio y la Agenda 2030 gozan de una importancia capital por lo que representan: una nueva pretensión utópica por construir un «hombre nuevo» desde el poder político. Ninguno de sus proyectos ayudará a la humanidad a tener un mejor mañana. Sólo es un plan de ingeniera social a gran escala que, en busca de alcanzar sus objetivos, no va a dudar en acabar con la libertad, la propiedad privada y la familia. No tendrás nada. Vivirás en cautiverio, pero serás feliz. Eso es lo que le ofrecen.