J’accusse…! J’accusse…! Gritaban los canillitas por las calles de París aquella mañana del 13 de enero de 1898. Título del mejor artículo periodístico de la historia, escrito en forma de carta y dirigido al presidente de la III República de Francia, a la sazón, Félix Faure, publicado en la tapa del semanario literario L’Aurore. El autor, el célebre novelista y periodista Émile Zola, expuso en forma entendible y brillante con casi 5000 palabras, la trama completa para condenar a un capitán del ejército francés de origen judío de alta traición a la patria siendo inocente y encubrir al verdadero culpable, un coronel de la misma arma de artillería; Alfred Dreyfus y Ferdinand Esterhazy respectivamente, responsables; el alto mando de las Fuerzas Armadas.
El escrito generó tal terremoto político en la sociedad gala que a partir de su publicación se dividió en dreyfusards y antidreyfusards. Estos últimos tenían en la «prensa inmunda» como se la llamaba en ese entonces, un aliado y cómplice de la farsa montada por los militares, como aquí «la prensa amiga» que avaló todas las barbaridades perpetradas contra el general Oviedo en una implacable persecución política. Al final, nosotros también tuvimos nuestro caso Dreyfus que dividió esta sociedad por un buen tiempo. Pero la razón siempre está de un lado.
Me visto con la toga de este título (Yo acuso) como Eliseo se puso la capa de Elías para recibir su inmenso poder y acusar con la autoridad que me dan los hechos y fundamentos a todos los responsables, directos e indirectos, del brutal y cobarde crimen del niño Lucio Abel Dupuy perpetrado por dos repugnantes degeneradas, lesbianas asesinas que llegaron a semejante vileza de matar a golpes, además de quemarlo y torturarlo, a un chico de tan solo 5 años. Magdalena Espósito Valenti (madre) y Abigail Páez (pareja), nombres que pasan a la eterna ignominia de su país. Maldito sea, en el nombre de Dios, aquel que no condene este horrible crimen y más aún aquellos que tratan de taparlo como lo intentan los periodistas y las feministas dando mucha manija últimamente al «feminicidio» o como puta se escriba, otro «aporte» de los responsables de este terrorífico desenlace que acabó con la vida del niño.
Las culpables del infanticidio merecen una condena especial, tal como existen esos adefesios a los cuales se les llama «leyes especiales» que amparan el degenero y a este tipo de bestias que no deben convivir en una sociedad civilizada. La muerte rápida sería un premio, debería ser lenta, como esa carne que se asa por horas para deleite de los comensales y que ardan mientras el mundo escucha sus gritos de agonía como melodía de justicia hasta que exploten. No sepultarlas sino dejar que sus carnes se pudran en algún basural o sobre algún arenal para alimento de buitres. Y hablando de Elías, solo huesos quedaron de la corrupta Jezabel, esposa del rey Acab, luego de que los perros comieron sus carnes y lamieron su sangre aunque su pecado fue menor que el de estas hediondas basuras.
Este gobierno de mierda, el paraguayo digo, con el pelele, blandengue, pusilánime y badulaque al frente, asno como él solo, en un gesto de solidaridad con la emputecida sociedad argentina, podría mandar el horno que trajo el hijo de puta de Giuzzio para incinerar compatriotas y darle por fin un buen uso.
Imagínense a quien se le llama juez estos días, María Brarda, mujer tenía que ser, el símbolo de este tiempo, la rebelión de las serpientes, culpable directa del horroroso crimen por impedir que el padre del niño tenga la custodia y entregarlo como a una víctima de sacrificio pagano a estas brujas para que derramen su sangre. Esta jueza debería ser apedreada hasta su muerte por haber cometido semejante adulterio con la justicia. Y no me vengan con el cuento que ya pasó la ley del Talión ya que Cristo fue claro al decir: «No vine a derogar la ley si no a cumplirla». No obstante, donde se aclara la cuestión homosexual en el Nuevo Pacto, si se quiere ver, es con el apóstol a los gentiles, Pablo, quien escribió con carácter vehemente en su impresionante epístola a los Romanos, que los homosexuales son dignos de muerte, antes de llegar a esta condena los describió como homicidas entre otras cosas.
Acuso a todas las puercas feminazis por la violenta y descarada apología al asesinato y al genocidio en sus demoniacas manifestaciones como así también a la cobarde y cómplice prensa argentina en general por darle exagerada cobertura como parte de su agenda teniendo así su culpabilidad más allá de toda duda en este terrorífico infanticidio.
Por todo esto, para que aquí no suceda algo igual, porque están dadas las condiciones mediante leyes especiales, juecess y fiscales especiales también y la prensa ni que decir, es necesario señalar con el dedo quiénes serían los culpables en caso de ocurrir una tragedia similar.
Yo acuso, en este país, a Rocío Casco, proyectista de la ley «especial» de protección integral a la mujer que destruye el debido proceso, piedra angular de la civilización occidental. A Menchi Barriocanal, Noelia Diaz, Gloria Rubin, Lilian Soto y Lilian Samaniego, todas estas, apologetas del aborto y genocidio al macho según sus propios términos. A Oscar Acosta, Luis Bareiro, Santiago González y demás feministos de mierda y a todas las rameras de la prensa en general que le dan fuelle a esta levadura venenosa y peligrosa que produce hechos como el asesinato del niño Lucio Dupuy. Ustedes sabrán agregar más responsables a esta lista que todo paraguayo de bien debe odiar si es que ama a su patria.
Sabemos que el origen de estos planes está en la Organización de Nazis Unidos (ONU) y derivados, imponiendo a los gobiernos asociados para que a través del Estado se apliquen «políticas de género» así como también las ONG’s que se encargan de llevarlas a cabo. No obstante, la caridad comienza por casa, primero hay que cortar las cabezas de nuestras serpientes que están al alcance, como deberían hacer el resto de las naciones, principalmente la Argentina, luego, vamos por más.
¡Hijas de sus putas madres!
Shabat Shalom