El pasado 7 de diciembre, el presidente de Bolivia, Luis Arce Catacora, en su cuenta de Twitter publicó lo siguiente:
«Valoramos el trabajo y esfuerzo de nuestras y nuestros compatriotas en el exterior, que aportan de gran manera a la reactivación económica. Las remesas familiares llegaron en octubre a $us119,9 millones y el acumulado en los primeros 10 meses de 2021 superó los $us1.147 millones.»
El texto de Arce Catacora no pasa de ser una mamada (expresión boliviana que hace referencia a una mentira sumamente grande que busca mostrar una derrota como una victoria). Veamos los porqués.
Según el estudio, Jóvenes y empleo, elaborado por la Red de Líderes por la Democracia y el Desarrollo (Relidd), el 60% de los bolivianos tienen entre 15 a 64 años, y una cuarta parte de la población está entre los 18 a 25 años. Además, son jóvenes con mejores niveles educativos y con una fuerza de trabajo mejor calificada que generaciones anteriores, con una potencialidad para aportar al desarrollo si se les brinda oportunidades.
Sin embargo, a pesar de todos esos datos positivos, Bolivia es un país con saldo migratorio negativo. Se estima que, actualmente, un poco más de 706 mil bolivianos residen fuera del país, es decir, el 6,8% respecto a la población total. El estudio encuentra varias razones para eso. Por ejemplo, el 41% de los jóvenes en Bolivia no tiene empleo estable, 85% de los que tienen trabajo no aporta a las AFP para su jubilación y el 78% ha tenido que buscar un puesto laboral para el cual está sobrecalificado. Ante esa situación, muchos vieron una sola salida: el aeropuerto.
En síntesis, si crecen las remesas es porque nuestros familiares se fueron a generar riqueza a otro lado. Básicamente, porque en el país no lo podían hacer.
Para tristeza nuestra, las cosas se podrán peores. Ya que ―en su afán de sostener su ya desgastado Modelo Económico Social Comunitario y Productivo― el gobierno seguirá incrementando los niveles de deuda externa e interna.
Sobre la deuda externa, se ha proyectado un incremento de $5.300 millones, de los cuales $2.000 provendrían de una nueva emisión de bonos soberanos. Una proyección bastante optimista, hasta irracional, puesto que en el PGE 2021 se había proyectado una emisión por $3.000 millones, de los cuales no se ha logrado colocar ni un solo céntimo. Al parecer, Arce Catacora y Marcelo Montenegro (ministro de economía) gozan de demasiada confianza en ellos mismos.
Respecto de la deuda interna, Fundación Milenio destaca que los créditos del Banco Central de Bolivia (BCB) y las captaciones del Tesoro General del Estado (TGE) en el mercado interno de valores han superado los $1.700 millones, la cifra más alta de la historia, y que ha sido obtenida principalmente de las Administradoras de Fondos de Pensión (AFP). O sea, los ahorros de los trabajadores están alimentado el excesivo gasto estatal.
Los datos nos muestran que la economía boliviana tiene en frente los mayores desafíos desde la década de los 80. Empero, esta vez no se vislumbra un plan de estabilización ni a un líder capaz de liderarlo. De hecho, la «oposición» cuestiona el destino del gasto, cuando lo que se debería cuestionar es el tamaño del Estado nacional que es, en última instancia, la causa para tamaño desastre.
Es evidente que el deterioro institucional en Bolivia será un factor para que en los próximos años la migración se incremente. Por ende, las remesas crecerán. Con lo cual, nos asemejaremos cada vez más a la cuba castrista o la Venezuela de Nicolas Maduro, ya que la economía de nuestras familias se va a convertir en una cuestión de FE (Familiar en el Extranjero).