Por Gabriela Vergara – Coordinadora General de «Vida y Libertad»
Es triste y lamentable el clima de división y enemistad del pueblo paraguayo, sumado al miedo y el gran estrés instalado en las vidas desde el inicio de la pandemia. Esto debe terminar, debe poder llegarse a un punto intermedio. Este punto intermedio debe ser el de la libertad, no hay otra alternativa, al menos que querramos ver totalmente socavados los fundamentos de la patria que costó sangre de nuestros antepasados.
En estos días el periodista Enrique Vargas Peña, quien siempre coloca “Vacunas para todos ya” en sus transmisiones personales, sorprendió dado declaraciones fuertes en contra de la represión a quienes cuestionan las vacunas. Muchos dicen que tiene un doble discurso, y déjenme decirles que los que entienden de esa manera, es porque no tienen claro la diferencia entre estar a favor de la vacuna y estar a favor de la libertad.
Los vacunados a favor de la libertad, son en realidad quienes entendieron algo importante: respetan la libertad individual y el riesgo que asumen los que no quieren vacunarse, pese a creer en la vacuna y en que están más seguros con ella. No se avienen al discurso colectivista irracional y anticientífico de que todos debemos estar vacunados para que la bendita sustancia funcione, cosa nunca vista en la historia. Los defensores de la vacuna defensores de la libertad son ejemplo de ciudadanía madura y consciente de la importancia de mantener intactas las bases de la república: La CN y las leyes, que son las reglas de juego comunes.
Yo dudo de esta vacuna, dudo del relato oficial de la pandemia, porque mi tendencia es dudar de todo en lugar de obedecer todo, pero déjenme decirles que, aún si tuviera absoluta certeza de que la vacuna fuera efectiva y segura, defendería la libertad.
La libertad implica respetar el derecho de cada uno a correr sus propios riesgos. Desde el punto de vista de los vacunados, los no vacunados somos un riesgo andante. Desde el punto de vista de los no vacunados, los vacunados corren el riesgo de morir pronto y hay que convencerles por todos los medios de que no se vacunen.
¿Y si llegamos a un punto intermedio en que dejamos a cada quién asumir sus riesgos? Cuesta, así como cuesta soltar a los hijos para que aprendan de sus propios errores. Lastimosamente mucha gente se da cuenta de la realidad de las vacunas en su propia piel, porque lo experimentó por sí misma.
La mayoría de las veces, experimentar las cosas por uno mismo es la única manera y se debe respetar la decisión de los vacunados, si queremos que respeten la nuestra. Cada quién debe tener la valentía y la integridad de saber morir o vivir en su ley, y dejar también a los demás hacerlo. ¿En que momento dejamos que se instale este clima de sobreprotección mutua entre adultos? ¿En qué momento nos volvimos una sociedad tan infantilizada, incapaz de asumir las consecuencias de sus propias decisiones y dejar a los demás hacerlo?
Es ridículo, y nos está conduciendo a una psicosis social sin precedentes. Este razonamiento, por supuesto, no se aplica a los niños, a quienes bajo ningún concepto se les puede vacunar sin consentimiento de sus padres, ni vacunar masivamente en las escuelas, pero se aplica a todos los adultos conscientes.
Vacunados: Confíen en la sustancia que se aplicaron, ya que es lo que decidieron, pero háganse cargo de eso y no coaccionen a los demás. Dejen el miedo, coman sano, y no se preocupen de los demás. No vacunados: Dejen a los vacunados experimentar las cosas por sí mismos, así nos duela (es la actitud que esperamos de los vacunados, ¿o no?). Así, lograremos frenar entre todos este clima de discordia, división, apartheid y persecución que divide familias, amigos y a la patria misma.