La política criolla paraguaya, no hasta hace mucho, era simplemente gestionar miseria y dominar a unos pocos habitantes, atomizados y divididos por sus diferencias, donde los caudillos se disputaban el poder, en contiendas fratricidas, como si fuese un estado feudal y ellos sus señores. Esto empezaría a cambiar con el arribo del general Morinigo al poder, militar sin partido político, que estabilizar pudo algún tiempo el país, por intermedio de alianzas y la fuerza; para que actores y circunstancias se preparasen para el salto atrasado, del país, al siglo xx con Stroessner, unos gobiernos después.
Ya en esta época, en una coyuntura de guerra fría, el presidente Alfredo, consigue aprovecharse de la atmósfera internacional para modernizar el país, a través de la captación de inversión extranjera, obras públicas, una política migratoria atractiva (que resultó en colonias pujantes como las de Pirapo o Colonias Unidas), y el mega proyecto de Itaipú, a más de otras dos represas.
Este avance a nivel estructural, a todas luces, acelerado y beneficioso para el país, no tuvo la misma velocidad de asimilación en la mentalidad de los referentes y líderes nacionales en su momento.
Esto se constata por las negativas, aislacionistas, a la gran marcha al este, que culminaría con la fundación de Puerto Presidente Stroessner, la que con el tiempo se vendría a llamar Ciudad del Este, por parte de referentes de entonces de la oposición paraguaya; misma oposición, que más tarde, pretendía rechazar de plano el acuerdo obtenido para la creación de la represa binacional con el Brasil, en partes iguales.
Represa, que cabe recordar, se ganó en arbitraje internacional, por decirlo de alguna manera, luego de la invasión militar del Brasil para la obtención del total de los saltos del Guaira, locación donde dicha represa está construida; cosa que si se permitía, hubiese tenido como consecuencia una represa brasileña y un Paraguay a oscuras, sin los beneficios de ambas binacionales. E incluso, de no haber primado patriotismo, sumado a un profundo conocimiento de la realidad diplomática, pudiera haber sido en desmedro de la patria; como el protocolo Ayala-Pueyrredon de 1926, venturosamente no concretado, que a más de contemplar la práctica entrega del Paraná y su fuerza hidráulica a la Argentina, solo contemplaba un 7% de la energía para el Paraguay, de haber disponibilidad y de usarse tierras o algo paraguayo, cediendo y mendigando por lo nuestro.
Está mentalidad aislacionista se mantuvo sin mayores alteraciones con el arribo de cantidades ingentes de dinero y la asunción de nuevos ricos, estos, fruto de los diversos factores de la época, como los créditos obtenidos por el estado, los megaproyectos, el contrabando y la corrupción (estos últimos factores ya existentes anteriormente, solo que adquirieron una nueva dimensión a partir de los 70); ya no se gestionaba solo miseria, pero la forma de pensar seguía siendo la misma.
De igual manera, ese salto al siglo XX aún nos dejaba rezagados; la evolución social y política de los demás países de la región, resultado de sus experiencias vividas, de su realidad en contraste con su tiempo, como ser la guerra fría, y las posturas que asumían como sociedad marcándolas en su identidad, nos eran situaciones desconocidas; en el Paraguay no había tal cosa, si bien se manifestaba, la dicotomía del telón de acero, en las discusiones del congreso sobre dónde comprar la tecnología para Itaipú, al estar el país alineado a occidente de forma consumada y en específico a EEUU, quien había financiado su desarrollo, no era algo muy comentado en el diario vivir del ciudadano de a pie.
Y que más podía esperarse de ese ciudadano, que vio crecer su calidad de vida, de una paupérrima necesidad, con visos de no diferenciar la civilización del estado de naturaleza, y tener del gobierno, poco más que una idea vaga de algo que se disputan en capital las familias potentadas y sus elegidos, a, de no tener nada, tener algo y de tener algo, según la “viveza” de cada cual, poder tenerlo todo, la versión paraguaya del sueño americano, con el ejemplo del hijo de un inmigrante alemán vuelto presidente y el mburuvicha, en un país a más de clasista, centrado en la capital y sus guerras civiles. Con esta realidad interna, a pocos, de los pocos paraguayos, les importaba en demasía los aconteceres, ideológicos o políticos, del mundo moderno al cual recién arribaban.
Una oposición complaciente y un partido colorado unido bajo la figura de Stroessner hizo navegar al país tranquilamente hasta el derrumbe de la polarización internacional que representaban USA y la URSS, dando como resultado en el país, luego de ocurrido aquel suceso, un cambio nominal en el poder. Por cuestiones más de desgaste y presión internacional, que por una revolución real, en 1989 aconteció el golpe de estado, llevado adelante por el concuñado del Presidente Alfredo, el general Rodríguez, y con esto, la apertura a la democracia en el Paraguay. Cosa nunca vista y solo conocida de nombre hasta entonces.
Por los mencionados motivos y por la práctica continuidad del mismo partido hasta entrado el primer lustro del nuevo milenio, la política criolla paraguaya estaba poco al tanto de las ideologías que pujaban a nivel mundial, sabiéndolas de a oídas, interpretándolas a su manera o por versiones regionales, tanto es así, que el partido denominado liberal en Paraguay, el PRLA, de la doctrina liberal tiene el nombre nada más.
Pero todo cambio cuando la conectividad y la tecnología nos alcanzaron. Aun hoy seguimos rezagados, pero nos sumergimos de lleno en la realidad mundial, a través de la red, con su lenguaje y sus problemas, lenguaje y problemas que trasladamos a nuestra realidad política y social, sin mencionar la influencia de ONGs o de entes internacionales como la ONU; para encontrarnos con nuevas preguntas, sin haber obtenido respuesta para las antiguas.
Hoy la gente y los políticos hablan de derecha o izquierda, progresismo o tradicionalismo, más de boca para afuera o por ser términos sonados en internet y redes, que comprendiendo lo que significan o como pueden servir para el desarrollo nacional, planteado toda la cuestión como antes, una lucha por el poder en términos de aldea, cambiando títulos o palabras, pero sin implementar el significado de esas palabras, las ideas; siendo que esas mismas ideas van calando en las mentes de las generaciones que vienen, creando un panorama de desconcierto y frustración, ante lo que dicen los discursos y lo que dicen las acciones; que eventualmente acabará en el agotamiento de los partidos políticos con esa visión y en el replanteamiento de toda la política criolla paraguaya, para bien o para mal.