El análisis del rival
Eduardo Berizzo estila dejar, en sus conferencias de prensa, indicios de que estudia al rival. En el antes y el después del duelo versus Argentina aportó afirmaciones del calibre. Por ejemplo, que Andrés Cubas era el indicado para frenar a Messi. O que Gastón Giménez podía sostener la presión alta ante equipos como Brasil; ora que Mathías Villasanti podía jugar de extremo por derecha (para frenar al lateral rival), ora que Santiago Arzamendia era capaz de oficiar de volante por izquierda.
El de anoche es un rival (estudiado según las declaraciones del seleccionador) que despliega un interesante juego interno con pases que buscan conectar en situaciones de ventaja para el estelar 10 de ellos. ¿Dimos respuesta a esa cualidad?
El plan trazado
Paraguay inició en 1-4-4-1-1, con dos volantes por dentro (Cubas centroizquierda; Piris Da Motta, centroderecha), Ángel para ir por Tagliafico, y Almirón para ir contra Nahuel Molina. De segunda punta, Romero Gamarra y arriba Gabriel Ávalos.
Argentina propuso 5 valores rotando en zona de volantes: dos para la contención y tres para funciones de construcción y ataque. Berizzo dispuso lo sabido, una línea de 4 recursos. Dos de ellos muy ocupados en los recursos de afuera. Es decir, quedamos con solo dos para combatir por dentro. No alcanzaba, y parecía que llegábamos tarde a todas las disputas; y era tal porque nos faltaban soldados en la disputa.
Así, Messi dribleó y rompió definitivamente esa línea para dejar a Di María enfrentando a Arzamendia que, tal vez, no supo de la cobertura de Cubas y siguió igual a Molina que ya se estaba desdoblando: ahí se habilitó la autopista y los cierres ya no llegaron en tiempo y en forma. Cayó la daga por pase entre central y lateral, y Alejandro Gómez definía el partido muy temprano.
Berizzo tiene razones que la razón…
Desde ahí, Argentina replegó como lo venía haciendo sistemáticamente. No es que Paraguay se lo llevó por delante. Argentina replegó por estrategia, y en consecuencia, la Albirroja fue avanzando sobre campo contrario.
No fue por virtud en la construcción del juego que Paraguay sitió campo argentino. Los albicelestes dejaron que los de Berizzo muevan la pelota lateralmente de Espínola a Almirón, de ida y de vuelta, pasando por los centrales. Nunca pudimos colocar a Romero Gamarra por detrás de una línea de 2-3 en el medio argentino. Lo único que nos salvaba era la corrida frenética de un esforzado Miguel Almirón, quien mientras podía llevárselo al lateral en slalom, tenía chances.
Berizzo mostró una vez más lo que quería: construir desde la posesión. Pero lo dicho, no se colocaba volantes a diferentes alturas para romper con el medio argentino. Entonces era una declaración de deseos, mas no iba acompañado de acciones.
Si miramos un poco más arriba, Ávalos se fajaba solo con dos centrales y muy pocas veces fue opción para progresar.
Nos dispusimos tácticamente para tener el balón, pero sumamos pases entre laterales y centrales nuestros. Mientras los de ellos, jugaban en la comodidad de sortearse para pegar a Ávalos.
Ante el statu quo, la rebeldía… de los cambios
Es potestad del entrenador, claro está. Se supone que está en el bendito «día a día», y nadie los conoce mejor que él, entonces, los cambios debían ir en dirección de mejorar un escenario que no nos era favorable: debíamos tener más jugadores por delante de la línea de la pelota para desquebrajar la contención argentina. El ingreso de Oscar Romero pudo favorecer para filtrar pases, pero no se entiende la salida del Kaku, quién era, a fin de cuentas, quien se colocaba a espaldas del medio de los de Scaloni.
Seguíamos sin gente por delante de la línea, y nuestra basculación con balón terminaba en un duelo aparte entre Almiron y Molina. Por sobre todo, era muy notoria la insuficiencia de Ávalos, luchando con los centrales. A la par que le llegaron pocos balones, los que llegaban eran de poca calidad para que el 9 les diera aprovechamiento. Uno levantaba la vista, y veía a solo un hombre ocupando el área. Lo de Carlos González llegó faltando 5´ para el final. Pero tampoco Paraguay consiguió cargar sobre el área, porque, sencillamente, los jugadores no estaban en disposición táctica ni estratégica para hacerlo. Juntando pases, tampoco era factible porque Oscar estaba lejos de los delanteros, y Berizzo decidió prescindir muy temprano del enlace en Romero Gamarra.
En suma, cambios a destiempo y en contramarcha de la declaración de intenciones.
Habitar la incertidumbre
Paraguay vuelve a su hogar de los últimos años: la incertidumbre. Llega un día en el que ilusiona mucho, pero las más de las veces produce una mueca de fastidio. Estamos transitando un camino ciertamente complicado: estamos dejando de ser aquello que éramos y nos identificaba en el mapa futbolístico: fuertes, de gran prestancia para el juego directo, voraces en la recuperación, sufridos, difíciles de derrotar; y vamos queriendo asumir un nuevo estilo: juego combinado, control de juego a partir de posesión, etc.
Sin embargo, creo que no somos lo suficientemente realistas con nuestros recursos, los jugadores. No tenemos los suficientes recursos técnicos como para desplegar un juego así.
Nuestros volantes son capaces en el pase lateral, que a fin de cuentas no daña; pero a la hora de filtrar, ahí sí se nos complica. En el 1×1, perdemos con todo el resto de jugadores de las demás selecciones.
Exactamente, estamos en la Tierra de nadie. Ya no somos los de antes, pero tampoco nos alcanza para ser lo que decimos que queremos ser. ¡Vaya juego de palabras! Bueno, se combinó mejor que los pases albirrojos.