Se tiene que festejar que miles de familias puedan poner un plato de comida decente en la mesa de sus hijos.
Se tiene que festejar que miles de personas se puedan sentir libres al menos por un par de horas.
Se tiene que festejar que, finalmente, algún integrante del gobierno en uno de sus estamentos siente un mínimo de empatía por aquellos que no somos parásitos del Estado, como usted.
Se tiene que festejar que la gente se siente feliz entre tantas desgracias, incluidos ustedes, la mayor de nuestras desgracias.
Se tiene que festejar, mucho hay para festejar de una acción de este tipo, lo que no hay que festejar es su miserabilidad mayúscula, su egoísmo superlativo y su intensa e inagotable cualidad de regar la basura que existe, en abundancia, en su interior.
Festejemos, amigos, la libertad; festejemos a los compatriotas que pueden llevar un plato de comida en la mesa de sus hijos, festejemos que alguien piensa en los “comunes” pero, a pesar de la felicidad momentánea, no dejemos de condenar a quienes pretenden decirnos como vivir nuestra vida mientras viven las suyas aprovechando nuestro sudor.