Diputada: en los últimos tiempos, puntualmente desde que anunció que varias fuerzas políticas pedían por su candidatura a la presidencia y, aunque luego fue desmentida por los mismos actores, usted ingresó en una espiral discursiva totalitaria que, déjeme decirle, la perjudica terriblemente.
Sí, ya sé, “totalitaria” es una palabra fuerte y usted me va a decir que es una parlamentaria electa democráticamente y, levantando la voz como usualmente hace, esgrimirá las muletillas de siempre: “machista, retardatario, ignorante, hurrero y una larga lista de etcéteras”; pero déjeme decirle que no me equivoco, “totalitarismo” es el término por el que se conoce a las ideologías o movimientos que restringen la libertad… y usted pretende hacerlo con aquellos que no piensan como usted.
Miles de mujeres sufren violencia de todo tipo, no vamos a discutir lo obvio pero, tampoco vamos a discutir lo que no es tan obvio… muchos hombres sufren violencia también y es tan malo que la sufran ellos como ellas ¿No le parece? Y aquí, déjeme parafrasearla a usted, diputada: “No pontifico, ni hago reclamos desde la santidad o la iluminación; lo hago desde la pedagogía crítica que intenta construir una sociedad más justa”. Una sociedad más justa empieza, siempre, desde la libertad.
Nada hay más sagrado que las libertades de una persona; sí, son muchas las libertades y atacar a una, como puede ser la libertad de pensamiento, es atacar a todas las libertades de una persona. Y eso es malo, muy malo. Y no pasa porque la atacada sea mujer, el problema radica en que la atacada es una persona ¿Entiende el punto?
La libertad de pensamiento es un derecho clásico del liberalismo, reconocido hace ya mucho tiempo en la Declaración Universal de los Derechos Humanos: “Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión”. De este modo, debe entender usted que la libertad de pensamiento pertenece al ámbito personal, el pensamiento libre no necesita garantías y menos de ningún parlamentario o funcionario público. La libertad de pensamiento es un derecho vinculado estrictamente al principio de dignidad de las personas y créame, no va a ser usted quien dicte la norma que establezca quien es o quien no es digno de pensar por sí mismo.
Usted está en política, pretende legítimamente alcanzar la primera magistratura del país pero, hasta el día de hoy, se ha manejado en la política igual que lo haría en un club de debate universitario, donde “gana” aquel capaz de argumentar (con falacias o sin ellas) de manera más lógica o a través de una florida (pero vacía) retórica. Olvídese de ese concepto, la política tiene consecuencias en el mundo real, abandone las abstracciones discursivas y piense en soluciones reales para una castigada sociedad como la nuestra.
ND