Históricamente, para ganar una elección presidencial en nuestra región era necesario peinar algunas canas, tener alguna experiencia en la administración pública o, en su defecto, ser una persona exitosa en el ámbito privado. Hoy, esa tendencia ha ido cambiando y los ejemplos sobran: Mauricio Macri en Argentina, Donald Trump en los EEUU, Jair Bolsonaro en Brasil y, más acá en el tiempo, Nayib Bukele en El Salvador.
Tal vez, estas últimas elecciones en la región han dado una motivación extra a Payo Cubas en su loca carrera por alcanzar el Palacio de los López pero, a mi humilde entender, esa carrera no tendrá el final que el histriónico ex senador pretende.
Si bien la mayoría de los procesos electorales que se vienen dando, se caracterizaron por un altísimo nivel de malestar ciudadano con la política en general que los lleva a votar a modo de castigo a las elites gobernantes, es necesario que quienes intenten capitalizar ese enojo tengan, además de un fuerte sesgo personalista, un proyecto y, sobre todo, una estructura que lo soporte y le de contención y contenido al proyecto.
Parte de las acciones necesarias fueron llevadas adelante por Payo Cubas pero, su megalomanía, le impidieron construir bases sólidas que respalden su proyecto político; de hecho, quienes lo acompañan, tienen aún menos “contenido” que el mismísimo ex senador, algo que lo dejaría estancado en la misma posición de cara al futuro, con el agravante de encontrarse ahora mismo fuera del Senado, lo que le hubiera permitido, eventualmente, presentar proyectos con soluciones a los problemas de los paraguayos.
Payo Cubas no supo y no sabe cómo construir un proyecto político, su egocentrismo lo perjudica y le impide cimentar un espacio que lo trascienda, que no se agote en su persona.
ND