Analisis
Cadáveres, embalsamados y santos
Publicado
hace 3 añosen
Cuándo un ser humano se encuentra con la muerte, casi sin excepciones a la regla, se produce (o acelera enormemente) el proceso de degradación y descomposición del cuerpo que alguna vez albergó su alma y su espíritu.
Según la tanatología, inmediatamente después del fallecimiento de un individuo, aparecen signos característicos como el “rigor mortis” y el “pallor mortis”. En ese mismo momento se desencadenan los mecanismos que llevarán a la desaparición del cadáver hasta que lo único que quede sean los huesos, más o menos conservados, del esqueleto y algunos dientes. Tras tres días de occisos, los restos humanos empiezan a descomponerse de manera irremediable. A causa de los microorganismos en el interior del cuerpo, en 24 horas se pueden percibir los nauseabundos olores de la muerte, que se harán potentísimos en el tercer a quinto día del suceso. Los últimos orines y heces salen del cuerpo, de manera involuntaria, por la presión interna causada por acumulación de gases y los músculos que pierden su tensión. Se suman entonces todos los parásitos que estaban esperando el momento, muestran sus feos rostros y empiezan a hacer su trabajo. Vemos pronto a gusanos hediondos, piojos, chinches y demás necrófagos como la “mosca cadavérica” pegándose el festín que tenían asegurado. Aproximadamente en el día 6 a 10 del fallecimiento, otro característico signo necrótico aparece. El cuerpo adquiere un color verde grisáceo, se hincha hasta duplicar su tamaño y luego, los órganos internos empiezan a “disolverse a sí mismos” pues en el cadáver se acumulan ácidos, toxinas y dióxidos que brotan verdosos de los distintos orificios corporales. Allá por la jornada post-mortem número quince, el cadáver toma un color rojo negruzco a causa de la putrefacción, se rompe en pedazos al menor contacto y es completamente irreconocible (salvo por las técnicas dentales y de ADN). Tras un tiempo, en la cuarta o quinta semana del fallecimiento, la “licuefacción” del cuerpo alcanza su punto álgido, primero por la caída del pelo, uñas y dientes, después por la “separación de la grasa corporal”, hasta que los restos humanos quedan “secos” o “momificados”, dadas las condiciones ambientales (en verano, la descomposición se acelera y lo contrario ocurre en invierno, por ejemplo). En seis meses a un año, el cadáver se encuentra en “osificación”, la última etapa del proceso.
Todos los seres humanos pasamos por esto, salvo contadas excepciones a causa de la “naturaleza” o de la “acción humana”. En el primer caso tenemos a los embalsamados “naturales”, que fueron aquellos quienes tuvieron la suerte de morir en algún ambiente especialmente dispuesto de manera que, cuando fueron enterrados o sus cadáveres depuestos, quedaron “protegidos” gracias a las condiciones ambientales de gran parte del proceso de putrefacción y descomposición. Se aclara, “de gran parte”, porque generalmente llegan a padecer algunos de los cambios irremediables, como la hinchazón corporal verdosa y los olores nauseabundos al ser descubiertos sus restos, por ejemplo. Mientras que en el segundo caso, el hombre utiliza técnicas como el “baño en cera” o ungüentos especiales, inyección de fluidos bioquímicos e incluso cirugías reconstructivas para conservar mejor a los cadáveres. Igual, sin importar la situación o el tipo de “embalsamamiento”, en estos dos casos generalmente los restos humanos terminan “momificados” a la larga.
Probablemente, el embalsamado más famoso del mundo sea Vladimir Ulianov Lenin (1870 – 1924), celebérrimo líder de los revolucionarios bolcheviques. Cada dos años, un grupo de médicos y tanatólogos rusos ingresan en el famoso “Mausoleo” del Kremlin donde se encuentra la “momia roja” y le hacen carísimos “mantenimientos” que incluyen tratamientos con hierbas medicinales, un baño en químicos especiales e incluso, pasos por el “quirófano” para ponerle injertos de piel cuando la suya propia, en no pocas ocasiones, termina cayendo o deshaciéndose. También le cambian el traje cada dos años. De esta manera, consiguen que el líder de la Revolución Rusa tenga el cadáver “lo más conservado posible” y muchos otros países comunistas imitaron el procedimiento con sus principales caudillos. También copiaron lo de matar a millones de personas por hambre, represiones, torturas y encarcelamientos inhumanos, pero es otra historia.
¿Es quizás un símbolo para demostrar que los ideales de la “Revolución Rusa” jamás morirán? Podemos especular bastante al respecto y nos viene a la mente un episodio de los Simpson en el que Lenin sale de su mausoleo, porque no estaba muerto sino de parranda, y se produce el regreso de la Unión Soviética, ¡oh el horror! ¿Pero es necesario todo ese gasto de dinero y ridículos intentos de negar la realidad, es decir, la muerte eterna de Lenin? En la actual Federación Rusa, muchos cuestionan sí dicha cripta, con todo y “momia roja” dentro, no deberían desaparecer de una buena vez. En los primeros gobiernos del Presidente Vladimir Putin, se intentó cerrar el absurdo mausoleo de Lenin y enterrar su cadáver junto a su esposa (como era deseo del líder bolchevique), pero la tentativa no prosperó por la intensa oposición del gran número de fanáticos comunistas, nostálgicos de la Unión Soviética, que aún existen en Rusia.
Sin embargo, hay un “embalsamado” que me parece todavía más perverso, sí acaso eso fuera posible, que Vladimir Lenin. Este se encuentra ubicado en la Universidad de Londres, en Inglaterra cuándo no. ¿Acaso hay una mayor cripta macabra que esa sórdida capital?
El nombre de este individuo es Jeremy Bentham (1748 – 1832). Liberal hasta los tuétanos, ateo por convicción, su filosofía alimenta a toda la tradición jurídica de origen anglosajón. Se le considera inspiración tanto para la Revolución Francesa como para muchos “founding fathers” de los Estados Unidos. No creía en los “derechos naturales” sino simplemente, en aquello que dictaban las “leyes humanas” puras y duras. Fue ideólogo del “Panóptico”, un sistema de instituciones desde las cuáles se podía ejercer control absoluto sobre aquellos que residían en ellas (la más famosa fue la “Cárcel de Bentham”). Centraba todo su pensamiento en la idea de que el “individuo” es el centro absoluto y que la medida de toda acción humana debe estar dada por la sumatoria de la “felicidad” o “placer” que se otorga a los hombres. Se oponía firmemente a cualquier participación de la religión en la vida pública, es considerado el “primer feminista” e inclusive, con su famoso libro “Pederastia” (publicado de manera póstuma, y sí, se tituló así la obra), fue pionero de la apología a la homosexualidad y a los actos sexuales “contra uno mismo”. Hasta hoy se discute sí Bentham estaba a favor de la pedofilia a causa del caprichoso título que puso a su libro póstumo…
Otra de las obras “graciosas” (yo las veo cómo humor inglés que no hace reír a nadie, pero lastimosamente millones las toman en serio) de este individuo tan peculiar fue “En Defensa de la Usura”, que escribió en contra de aquellos que, siguiendo la tradición católica, buscaban que Inglaterra tuviera leyes más estrictas contra los usureros. En este libro aparecen algunos de los más peculiares argumentos utilizados para hacer apología a aquellos prestamistas vampíricos que son parásitos de la sociedad. Según Jeremy Bentham, el “usurero”, entre otros piropos, es en realidad es un “filántropo” que ayuda a las personas que más necesitan poniendo en riesgo, el muy pobrecito y abnegado, su fortuna y dineros para salvar a los miserables que nada tienen que comer. Además, en su libro “En Defensa de la Usura”, utiliza uno de los argumentos más absurdos pero al mismo tiempo, más esgrimidos por los partidarios de los usureros. Bentham dice, palabras más palabras menos, “pregunte Ud. cuánto interés es aceptable para cualquier préstamo y verá que existirán un millón de opiniones, lo que indica que nadie es capaz de explicarlo”. Por ende, según su lógica, como la usura es algo “relativo”, es mejor dejarla libre para que los “filántropos usureros” vayan por el mundo ayudando a la humanidad. ¡Kyrie Eleison!
Ese y otros dislates fueron difundiéndose por todo el mundo y es así como Jeremy Bentham, un hombre tan vil y despreciable por sus ideas, sigue siendo visto como si fuera una verdadera luminaria de la intelectualidad humana. ¡Christe Eleison!
A diferencia de Vladimir Lenin, quien pidió ser enterrado junto a su esposa tras su muerte, Jeremy Bentham dio órdenes específicas para que su cuerpo sea “embalsamado” y preservado en la Universidad de Londres. Así se hizo, porque los ingleses sí que saben aplaudir a los más depravados hijos de su tierra. De esta manera, cada vez que uno ingresa al “University College London” y se dirige hacia lo que llamaríamos el “Centro de Estudiantes”, encontrará allí al primer feminista, liberal, radical, pro usura, pro pederastia y ateo recalcitrante Jeremy Bentham guardado como una especie de “auto-ícono” de sí mismo. ¡Kyrie Eleison!
Hemos dicho que el cadáver de Vladimir Lenin ha pasado por las manos de los tanatólogos varias veces, pues estos hacen lo mejor posible para preservar su cuerpo. Lo mismo ocurre con Bentham, quien al ser muy inglés, sigue métodos más “tradicionalistas” protegiéndose a su cuerpo con cera y ungüentos especiales. Pero realmente, a diferencia de lo ocurrido con la “momia roja”, la “momia pederasta” (ese sobriquete le pongo yo, por lo de su librito póstumo) de Inglaterra no se conserva muy bien. De hecho, hace muchos años que tiene una “cabeza artificial” clavada sobre el resto de su cuerpo porque la verdadera, aunque ha pasado por los más intensos tratamientos post mortuorios, es simplemente horrible. Busque Ud. mismo con la poderosa internet y verá en qué se convirtió la testa y el rostro de Jeremy Bentham tras años de “embalsamamiento” y mantenimiento. Le doy una pista: parece una gárgola de la Catedral de Notre Dame. ¡Demons are real! Por lo demás, quizás Bentham, quien no creía en las “leyes de la naturaleza”, pensaba que podía burlar a la muerte de alguna forma, intentando resistirse a ella. No le fue muy bien y hasta me atrevo a decir que quizás ahora la está pasando peor.
Lo natural en el ser humano es morir. Nadie puede con sus propias fuerzas resistirse a ese poder que nos anula a todos y nos lleva al polvo. La mayoría de los seres humanos no somos sino comida de gusanos a la larga, no hay ciencia que impida que Lenin o Bentham, las “momias” de Moscú y Londres, se vayan descomponiendo lentamente.
Aunque existen unos casos contados de hombres y mujeres que descubrieron el misterio de vencer a la descomposición del cuerpo y a la putrefacción. Sí, existe una “tercera vía” tras la muerte corporal, en la que los restos humanos no se degradan sino que pareciera que pasan por un proceso diferente, totalmente opuesto. Incluso expiden un aroma floral en donde se encuentran estos “cadáveres incorruptos”, tras siglos de haber fallecido y sin que hayan recibido intervención preservativa alguna. Curiosamente, la inmensa mayoría de estos son Santos de la Iglesia Católica. Me vienen a la mente Catalina Labouré o Pío de Pietrelcina, para citar a dos situaciones recientes. Claro, sus difuntos cuerpos sobreviven por cientos de años a la implacable acción de “la Parca”, a sus gusanos y parásitos, a sus rigores y licuefacciones, no por sus propias fuerzas… Sino por la Fuerza de Aquel que es más fuerte que “la Muerte”. Y aunque esto no es considerado en sí mismo un “milagro” para la Iglesia Católica, sin duda alguna es algo extraordinario, que proviene de lo Divino.
Y ese es un terreno en el que la “Revolución” de Lenin y el “Liberalismo” de Bentham jamás podrán entrar.