Por Héctor Acuña – Socio de Prodinamis
Durante los últimos años una serie de intelectuales y comunicadores han puesto de moda el término “batalla cultural”, el cual ha sido usado sistemáticamente desde ámbitos conservadores, libertarios y nacionalistas para definir una serie de controversias sociales alrededor de temas políticos tan variados como aborto, impuestos, leyes de cuotas raciales o ideología de género. El propósito de este breve texto es proponer una definición básica de batalla cultural.
La batalla cultural es una contienda intelectual consciente y deliberada que tiene como fin último disputar los conceptos hegemónicos con los cuales se definen la realidad histórica, social, económica y moral. La realidad es un fenómeno objetivo, eso es innegable, sin embargo, como los seres humanos, tú y yo, somos eminentemente subjetivos, no descubrimos la realidad directamente, sino a través de herramientas cognitivas denominadas ideas.

Lo anterior quiere decir que la realidad que percibimos se encuentra mediada por conceptos y significaciones que adoptamos irreflexivamente en nuestro proceso de socialización ¿Irreflexivamente? Claro, generalmente nadie se pone a dudar de los conceptos y las ideas que le circundan, simplemente los usan por repetición, moda o presión social. Bien. Mal. Felicidad. Poder. Igualdad sustantiva. Libertad de capacidades. Opresión. República. Democracia representativa. Estado presente. Justicia social. Ninguna de estas ideas, y otras tantas, fueron definidas por nosotros. Tus ideas no son tus ideas. Provienen de una larga tradición filosófica de la que, posiblemente, sabes muy poco y a menos que las estudies serás gobernado toda tu vida por fuerzas que desconoces.
¿Pueden gobernarnos nuestras ideas? Bueno, la pregunta es ¿Cómo evaluamos la realidad antes de tomar un curso de acción? Por medio de ideas, claro. Entonces, todo proyecto político que pretenda perpetuarse reduciendo la cantidad de coacción física para controlarnos debería acaso intentar implantar sus ideas en nuestra mente ¿Por qué es importante reducir la cantidad de coacción física para que se perpetúe un poder político? Sencillamente porque un poder basado exclusivamente en el poder del garrote es inestable. Muchos de los regímenes políticos más poderosos no solo tuvieron a un hábil político como protagonista sino a un ideólogo detrás de él. Hagamos un conteo breve de políticos exitosos (en el arte de la política) y de los ideólogos que trabajaron directamente con ellos:
- Lorenzo de Medici tuvo a un Maquiavelo.
- El Cardenal Richelieu fue asesor de Luis XIII.
- El Lord Anthony Ashley Cooper, primer conde de Shaftesbury, tuvo a John Locke.
- Benito Mussolini tuvo como asesor directo a Giovanni Gentile.
- Adolfo Hitler tenía como consejero de propaganda y educación a Joseph Goebbels.
- Jair Bolsonaro conversaba asiduamente con Olavo de Carvalho.
- Los Kirchner estuvieron influidos por Chantal Mouffe y Ernesto Laclau. Durante gran parte del kircherismo el intelectual de referencia fue el filósofo José Pablo Feinmann.
- Javier Milei basa su acción cultural en Argentina en el trabajo intelectual de Agustín Laje y Nicolás Márquez.
Efectivamente, los políticos que supieron dominar el arte de lo político siempre se rodearon de intelectuales que les ayuden a elaborar o popularizar conceptos que faciliten la faena de control y compulsión que requiere gobernar. Si efectivamente, muchas veces la previa del poder político es el dominio de lo cultural, tampoco deja de ser cierto que para mantener ese poder legitimado es necesario controlar el discurso público, y eso se hace ganando la mente de las personas implantando en sus mentes las ideas convenientes a ese poder de turno.
Por eso suelo decir que la verdadera política es psicopolítica y la batalla cultural se libra en la mente de las personas, porque finalmente, las personas no actúan en un vacío ideológico, y por lo tanto controlar las ideas que están en sus mentes es una de las formas más eficientes de control político para controlar sus acciones.