Por Marcos León
Esta publicación nace a raíz de una noticia reciente que me dejó helado. No por lo que decía explícitamente, sino por lo que revelaba entre líneas. Tres cosas me llamaron poderosamente la atención: primero, que algunos periodistas (formadores de opinión) se preguntaban —casi con alivio— si está bien que en Paraguay esté bajando la tasa de natalidad. Segundo, que se habló de servicios de anticoncepción para adolescentes como si fueran automáticamente algo bueno, sin matices, sin debate, sin contexto. Y tercero —y quizás lo más alarmante—, que nadie parecía tener idea de lo que esta combinación puede significar para el futuro de nuestra nación. Nadie lo explica. Nadie lo advierte. Nadie lo denuncia. Por eso escribo esto.
Paraguay atraviesa una etapa crítica de su historia demográfica. La Tasa Global de Fecundidad (TGF) ha descendido drásticamente: de 6,55 hijos por mujer en 1950, a 2,19 en 2020, y se proyecta que caerá por debajo del nivel de reemplazo (1,72) en 2050. Mientras tanto, la tasa de mortalidad permanece estable.
¿Qué significa esto? Que estamos matando la capacidad de reproducción de nuestra nación justo cuando aún podríamos beneficiarnos del bono demográfico —esa ventana de oportunidad donde la población económicamente activa supera a la dependiente.
Pero en vez de aprovechar esta oportunidad, el Estado está diseñando su propio suicidio demográfico.
El Plan Nacional de Salud Sexual y Reproductiva, la Guía de Derechos en Salud y el Manual de Planificación Familiar han convertido la reducción de la fecundidad en una política de Estado. No como resultado de un debate nacional, sino como productos importados, diseñados por organismos internacionales, redactados en oficinas de consultores con salarios en dólares, y ejecutados sin haber pasado por el Congreso Nacional. Se trata de documentos técnicamente nulos en términos normativos, pero operativamente letales.
En el idioma woke-ultra-progre te dice: «Fomentamos la salud integral desde un enfoque basado en derechos, diversidad y género, promoviendo la autonomía progresiva para garantizar decisiones informadas sobre la propia sexualidad…»
Pero la Traducción real es: Imponemos dispositivos hormonales a niñas sin conocimiento de sus padres, promovemos el uso sistemático de anticonceptivos desde los 12 años, y desplazamos a la familia como garante primario del cuidado.
Esto no es salud pública. Es colonización cultural. Es ingeniería social disfrazada de atención primaria.
Estos planes fomentan la normalización del uso de anticonceptivos en ambientes educativos, destruyendo el vínculo entre educación y madurez, y reemplazándolo por un modelo de “empoderamiento hormonal” con base en la ideología de género. El objetivo no es solo prevenir embarazos. Es modificar la estructura moral de las próximas generaciones, sin que sus padres lo sepan, sin que sus maestros lo entiendan, y sin que sus representantes lo hayan aprobado.
En el idioma woke-ultra-progre te dice: «El derecho al goce pleno de la sexualidad debe ser respetado desde edades tempranas, contemplando la diversidad identitaria…»
Pero la Traducción real es: El Estado decide por tus hijos, niega tu autoridad como padre, y redefine la infancia desde una plataforma de activismo financiado por ONGs internacionales.
Esto no es una política. Es una traición. Es una cesión directa de soberanía.
Todo esto ocurre al margen del marco constitucional, fuera de la voluntad popular y en contradicción con el Código Civil y el Código de la Niñez. El aparato técnico estatal ha sido penetrado por agendas que no responden al pueblo paraguayo. Estamos ante una sustitución progresiva del Estado por una red de ONGs con poder de agenda, acceso a fondos externos y legitimidad autodeclarada.
En el idioma woke-ultra-progre te dice: «La articulación intersectorial con actores clave de la sociedad civil y agencias de cooperación internacional permite implementar estrategias basadas en evidencia científica…»
Pero la Traducción real es: La soberanía paraguaya ha sido tercerizada. Ahora mandan quienes escriben los PowerPoints desde el extranjero.
Llamado a la acción
Es hora de decir basta. Basta de ceder a marcos extranjeros que niegan nuestras raíces. Basta de aceptar como “salud” lo que es esterilización ideológica. Basta de disfrazar de “inclusión” lo que es subordinación.
Si queremos un Paraguay con futuro, tenemos que recuperar el derecho de ser padres, de ser nación, y de ser libres.
Exigimos que estas políticas sean sometidas al Congreso. Exigimos la salida inmediata de toda agenda impuesta sin mandato democrático. Y exigimos el fin de la intervención ideológica en nuestras escuelas y centros de salud.
Paraguay no está para alquilar su conciencia. Paraguay no es territorio de prueba.
Paraguay es una nación soberana. Y vamos a defenderla.