El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, ha asegurado este jueves que la inmigración «no es una herramienta útil» para combatir la crisis demográfica, una postura a la que se ha sumado su homólogo checo, Andrej Babis.
«La única solución para la caída de la natalidad es que el Estado ayude a las familias y apoye su formación», ha aseverado el mandatario húngaro durante la ceremonia de apertura de una cumbre demográfica celebrada en Budapest.
Así, ha señalado que «muchos en Occidente ven la inmigración como una cuestión de mano de obra», pero para el Gobierno húngaro «es una cuestión de identidad». Es esta defensa de la identidad la que ha llevado a Orbán a construir vallas y reforzar los controles fronterizos.
El Gobierno húngaro defiende que sin el giro familiar, sin las políticas de apoyo a la familia que llevan 10 años impulsando, habrían nacido 120.000 niños menos. «Las medidas están en sintonía con la gente, hicimos referendos y consultas públicas nacionales. En Bruselas, nadie le ha preguntado a la gente sobre el lobby LGTB o la inmigración», señalan.
Babis, por su parte, ha coincidido con Orbán al descartar la idea de apostar por la inmigración para impulsar un aumento de la demografía. Para él, la «única solución sostenible del problema demográfico en Europa consiste en aumentar la tasa de natalidad». «La inmigración masiva e incontrolada a Europa no tiene nada que ver con la estabilidad de nuestra sociedad europea, todo lo contrario. La única solución verdaderamente sostenible de la extinción de Europa es aumentar la tasa de natalidad de su propia población», ha dicho.
En este sentido, se ha congratulado de que los países del llamado Grupo de Visegrado (República Checa, Polonia, Eslovaquia y Hungría) comparten ese enfoque.