Hermes Trismegisto, ese personaje de la mitología griega producto de un sincretismo con el dios egipcio Tot, en la obra que le atribuyen, “El Kybalion”, desarrolla el principio de causa y efecto, que menciona que aquello a lo que nosotros llamamos azar es una confusión, no es azar, éste no existe; es en realidad una cadena ordenada de eventos precedentes, consecuentes y subsiguientes. Todo lo que pasa ahora es producto de lo que ha pasado antes, y nada escapa a este principio.
Esta breve introducción “Hermética” no es en vano, es a efectos de contextualizar el resto de estas líneas, ya que al momento de que las mismas fueran realizadas, no existen causas penales por corrupción en contra de la senadora Desiree “Culpa de Cartes” Masi pero… ¿Es esto, acaso, prueba suficiente de su honestidad?
Desiree Masi siempre estuvo rodeada de diferentes hombres que realizaban el “trabajo sucio”, mientras ella aprovechaba para emplear la táctica de supervivencia del Vanellus chilensis, también conocido como “Tero”. Este ave, tiene la particularidad de que si uno se acerca a su nido, teatraliza la situación con su característico, estridente y repetitivo grito “tero, tero” pero lo hace siempre lejos de su nido, tratando de evitar que los predadores sepan la verdadera ubicación. En el caso de la senadora, es importante ver qué pasaba en “SU” nido, mientras ella teatralizaba las cosas emitiendo característico, estridente y repetitivo grito “culpa de Cartes, culpa de Cartes”.
El primer cuestionamiento que se le hace a la senadora tiene las raíces en la maniobra que tuvo que realizar al momento de ser descubiertos 53 militantes de su fuerza política como planilleros del TSJE. En esa ocasión, se vio obligada a reintegrar a las arcas del Estado 133 millones de guaraníes, aunque las malas lenguas dicen que no lo hizo de su bolsillo sino de las cajas del PDP. Primer juicio que hacemos.
Rafael Filizzolla, esposo de la senadora, que pagó durante su gestión como ministro del interior 18.000 guaraníes por litro de leche y municiones que tienen un costo de 7.000 guaraníes por unidad a 40.500 guaraníes. Pero para que vamos a detenernos en minucias si ese patriota que se desempeñó como ministro de interior nos dejó estas perlitas:
- Contratación de servicios de capacitación para pilotos, operadores de vuelo y mecánicos por un monto de Gs. 5.834.620.000, afectando los ejercicios fiscales 2009, 2010 y 2011. No encontrándose evidencias de las operaciones que justifiquen la millonaria erogación.
- El pago de Gs. 488.000.000 por un servicio de capacitación de pilotos en España, sin evidencias, siquiera, de que los mencionados cursos se hayan realizado.
- El pago de Gs. 1.161.600.000 en cursos de operadores policiales y mecánicos que no fueron realizados.
- El gasto de Gs. 2.075.436.700 en servicios de expedición y legalización de fotocopias, sin una sola disposición legal que avalara dicho procedimiento.
- Y si, no podía faltar, la compra directa de 3 helicópteros y dos trailers eléctricos por la discreta suma de Gs. 18.322.353.000.
También, en la corte de la senadora Masi tenemos a uno de sus más cercanos adláteres, el abogado Guillermo Duarte Cacavelos, defensor por excelencia de aquellos funcionarios que son juzgados por hechos de corrupción. Entre las blancas palomitas destacadas en la cartera de clientes del abogado estrella del PDP podemos contar a Rodolfo Friedmann alias “Rodolfato”, Rafael Filizzolla alias “Filicoptero”, Miguel Cuevas “el mago Merlín” y, por supuesto, al mítico Efraín Alegre alias “Efraudin”.
Esta, la corte de Desiree Masi es de todo, menos un canto a la transparencia; y es aquí cuando traemos a la mesa a Nicolás Maquiavelo, que en su tratado político “El Príncipe” en el capítulo 22, afirmó que: “El primer juicio que hacemos, desde luego, sobre un príncipe y sobre su espíritu, no es más que conjetura; pero lleva siempre por fundamento legítimo la reputación de los hombres de que se rodea este príncipe”. Ustedes, quienes lean estas líneas podrán sacar sus propias conclusiones.
Senadora, las casualidades no existen y, en la corrupción como en el pecado, la cosa es siempre de palabra, obra u omisión.
ND