El Foro Económico Mundial, más conocido por nosotros, simples mortales, como el Foro de Davos, es esa reunión de empresarios, jefes de Estado, millonarios genéricos, realeza propiamente dicha y otros portadores de poder que se reúnen una vez al año para “ayudar a informar a todos aquellos que determinan el estado futuro de las relaciones mundiales, la dirección de las economías nacionales, las prioridades de las sociedades, la naturaleza de los modelos empresariales y la gestión de un patrimonio común mundial” y en síntesis “Dirigir el mercado”. Su fundador y presidente es Klaus Schwab que, al igual que el archifamoso George Soros, parece salido de un manual de antihéroes.
Cuestión que para la edición 2021, ha puesto sobre la mesa la necesidad de poner en marcha El Gran Reseteo (weforum.org/great-reset/). Junto con el príncipe Carlos de Inglaterra (que ha encontrado su razón de ser) y el Fondo Monetario Internacional se proponen reconstruir el sistema económico y social global para hacerlo más sostenible. Aparentemente la sociedad mundial estaba sumida en una situación alarmante, un consumismo y un individualismo malísimo que nos alejaba de la senda del bien. Demasiado libres haciendo cada uno lo que le daba la gana. No viejo, así no daba para más. Así que el bueno de Klaus Schwab y sus amigos han dicho que El Gran Reseteo pretende terminar con el neoliberalismo (lo que rinde esa palabrita no tiene nombre) y “el fundamentalismo del libre mercado que ha erosionado los derechos de los trabajadores y la seguridad económica, ha desencadenado una carrera desreguladora hacia una competencia fiscal ruinosa”. El parecido con los predicamentos de Jorge Mario Bergoglio, actual Papa de la Iglesia Católica, en su encíclica Fratelli Tutti (vatican.va) son notables.
En base a este diagnóstico, por estos ilustres compartido, El Gran Reseteo propone rediseñar el mundo aprovechando el abanico de oportunidades que ofrece la pandemia del Covid-19. Sí, sí, ven la tragedia infringida por las medidas anticovid como algo luminoso de donde saldrá la “nueva normalidad”. En un vídeo en YouTube (youtu.be/ZzdCTyMWQBs) presentan su propuesta que se casa con la Agenda 2030, que ha recibido el apoyo total del secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, antes presidente de la Internacional Socialista (nunca hay que olvidar ese detalle).
Personajes mediocres
Quienes sean gustosos de las novelas de espías y de las historias fabulosas que se sustancian en conspiraciones mundiales, habrán sentido, llegados aquí, cierto disgusto. Y es que una conspiración que se precie necesita del secreto. Los cabos se deben atar con dificultad, los nexos entre los protagonistas deben ser irrastreables. Nadie debe sospechar de los conspiradores, los documentos deben estar ocultos en un microchip y una vez leídos autodestruirse y esas cosas. ¡Pero con esta mediocridad de los personajes protagónicos no hay teoría de la conspiración que aguante! ¡Imposible hacernos de una conspiración decente si los supuestos conspiradores andan conferenciando como pavos reales y subiendo a las redes sus planes maléficos! O estamos ante una estafa literaria sin precedentes o hay que cambiar el enfoque, veamos:
En algún momento del último trimestre del 2019 en algún lugar de China, una variedad del virus causante del síndrome respiratorio agudo severo irrumpió en nuestra vida. Esa irrupción dio lugar a una alarma mundial (la justificación o no de esa alarma no es el punto de estas líneas, no nos distraigamos) que tuvo como respuesta una serie de parates del orden cívico e institucional de diversa intensidad conocidos vulgarmente como cuarentenas. Dichas cuarentenas congelaron las economías mundiales y los gobiernos de todo el mundo se dispusieron a dar apoyo a las empresas y los ciudadanos frente a los decretos generalizados que obligaban a quedarse en casa.
Según el Instituto Internacional de Finanzas (iif.com) a través de su Monitor Global de Deuda, “impulsada por un fuerte aumento en los préstamos gubernamentales y corporativos a medida que avanza la pandemia Covid-19, la carga de la deuda global aumentó en u$s 15 billones en los primeros tres trimestres de 2020 y ahora supera los u$s 272 billones”. Traducido, la actividad se detuvo y los gobiernos anduvieron regalando plata para sostener la estantería, tomando deuda como desquiciados. Pero la enfermedad coronada no es la única culpable ya que antes de que apareciera ”la acumulación de deuda en los últimos cuatro años ha superado con creces el aumento de u$s 6 billones en los cuatro años anteriores”.
O sea, los gobiernos que ya venían desbocados utilizaron esta bula fiscal incuestionada para ampliar un gasto ilimitado. No tomaron deuda para producir nada, ojo. Se trata de plata que se regaló, literalmente. ¿Cómo se supone que se va a pagar esa deuda si no se usó para producir nada? ¡Apa! Nada nos hace pensar que esa deuda no vaya a seguir creciendo. La caída de las economías mundiales ya es proverbial y a medida que pasa el tiempo los pronósticos empeoran.
En este contexto, los apóstoles del anticapitalismo y del intervencionismo sienten que están en su apogeo porque nada seduce más a un deudor que la posibilidad de que se esfume su deuda. No se necesita una conspiración para eso, sólo una cosmogonía resentida y oportunista. ¿Cuántas veces escuchamos trazar paralelos entre la deuda externa del país y el monto que los privados tienen ahorrado fuera del sistema? Bueno, ese razonamiento de punga que iguala la deuda de un país con los ahorros de las personas no es exclusivamente nuestro. Las apelaciones a la solidaridad global que se han incrementado tanto últimamente ponen sus ojitos soñadores en esa idea de pagar los déficits estatales con los ahorros privados. Después de todo, hay que hacer un esfuerzo por la crisis mundial…
Validando esa premisa, los sistemas previsionales tienen todos los números de la rifa del saqueo gubernamental pero con eso sólo no alcanza. Las restricciones achacadas a la enfermedad: encierros, prohibición de traslados y de actividades vinieron como anillo al dedo ya que destruyeron el tejido productivo, la clase media y las pequeñas empresas. Todo el andamiaje de la narrativa del sector pujante e independiente que ha visto de un plumazo caer su nivel de vida, el confort, el afán de superación. En definitiva los volvió mucho más baratos y menos demandantes de calidad de vida, precariedad a la que se deberán acostumbrar para que alcance la otra estrella del momento: el ingreso mínimo (en cada país tiene su nombre) que es un pasaporte sin retorno a la dependencia y a la obediencia.
Una ideología perversa
El objetivo de un control gubernamental integral no es una conspiración, es una ideología. Veníamos endeudándonos mundialmente para sostener ese sistema que estaba bien agotado antes del Covid. No se necesitaban secretos, se necesitaban ventanas de oportunidad, adhesiones y buena prensa. El paternalismo pasivo agresivo de las restricciones ha sido una estocada psicológica que hizo de los ciudadanos entes resignados a la arbitrariedad de los gobiernos y a la obediencia absoluta. Además sacó a la luz la necesidad de un grupo no pequeño de la sociedad, de sentir la paz mugrienta que da someterse y buchonear.
Covid 19: El Gran Reseteo, (ISBN 9782940631124, disponible en Amazon) es el libro que lo explica todo y la siempre atenta revista Time también se ha dedicado a difundir sus bondades (https://time.com/collection/great-reset/), está todo allí, acá no hay conspiración posible. Y si no hay conspiración es porque las propuestas han permeado tanto en la sociedad que se abrazan como algo positivo. El bien común es la clave y no es un embuste, nadie nos está ocultando nada. Es por nuestro propio bien, nos han dicho y compramos. ¿Para qué el secreto?
Kristalina Georgieva, que creció y se educó en la vieja Bulgaria comunista, es la directora del FMI que promueve ayudas económicas de emergencia a las crisis causadas por el coronavirus. Muchos países van a depender de esas ayudas y para ellos, doña Kristalina declaró: “Estamos asistiendo a una inyección masiva de estímulos fiscales… Pero es esencial que esto lleve, en el futuro, a un mundo más verde, más justo y más inteligente”. En el barrio a eso se lo llamaba extorsión, pero también podríamos decirle pacto verde. Licencias.
Abandonando momentáneamente el protagonismo en las revistas de vanidades, el Príncipe Carlos de Inglaterra, quien a principios de 2019 declaraba “nos quedan 18 meses para poder sobrevivir al cambio climático (sic)” también hizo su aporte a El Gran Reseteo diciendo: “Es una oportunidad que no hemos tenido nunca antes y que ya no volveremos a tener”. ¿De qué hablaba el señor príncipe? La incidencia de virus, evento que justifica este discurso de urgencia, no es comparable ni con otras pestes padecidas por la humanidad, ni con catástrofes naturales ni con las guerras mundiales. ¿Quién no puede perder la oportunidad?
Otra cosa que no es secreta es el menú de soluciones del bendito Reseteo: economía verde, descarbonización, infaltable la agenda LGBT (textual: un aumento de un punto de la aceptación social llevaría a un aumento de tres puntos del índice de resiliencia económica de esta economía, también respecto al PIB por cápita). La otra cuestión que a esta altura parece un axioma es la idea de que la desigualdad es mala (no la pobreza sino la desigualdad) y por tanto cuando nos reseteen se reducirán las desigualdades mediante la herramienta de la redistribución de la riqueza. Es como el juego de la oca, volvemos siempre al mismo punto.
La superpoblación de organismos internacionales desempeña un papel fundamental. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha sido validada como órgano superior de los gobiernos, aún cuando no está sometida a ninguna instancia de elección democrática o evaluación de performance. Se pasó el año 2020 chapuceando y aún así dispone de voz en la condicionalidad de las ayudas a las crisis que provocaron sus propias recetas. Tampoco acá hay secretos, como no es secreto el pasado de su director Tedros Adhanom Ghebreyesus.
Enemigos de la libertad
La libertad tiene en El Gran Reseteo un nuevo enemigo y no es secreto ni una conspiración. Como nunca, queda claro que el miedo desdeña obviedades. El intervencionismo justifica su derecho liberticida en nombre de la salud y la seguridad (ahora) universales. Gracias al Reseteo cualquier gobierno estará bajo el yugo del consenso de la bondad universal sin la interferencia innecesaria del sistema democrático. “Los valores que construyeron Occidente se pondrán a prueba y deben ser considerados los valores que sustentan la democracia” (https://www.weforum.org/agenda/2016/11/8-predictions-for-the-world-in-2030/)
“Nada volverá a ser como antes”, repiten los portavoces de la “nueva normalidad” y la verdad es lo que está pasando. Bajo amenazas de enfermedades actuales o rebrotes o variaciones de otros virus ya ni vale la pena pensar en viajar. Son mal vistas las fiestas y dificultosas las nuevas relaciones interpersonales. El distanciamiento social llegó para quedarse así como la vigilancia drástica y sin garantías.
El año que viene, en el que todos seremos más pobres, estaremos más aislados y tendremos menos derechos, el Foro Económico Mundial, el FMI, la ONU, la OMS, y hasta el príncipe Carlos nos van a explicar cómo van a cambiar, de arriba para abajo, el mundo y en consecuencia la forma en que vivimos. Nos van a decir que la propiedad privada va a ir desapareciendo pero que no nos hagamos problema porque vamos a ser felices (la forma de la felicidad será única y también será diseñada por ellos). Nos van a decir de quienes debemos enamorarnos y qué tipo de familia es la conveniente. Nos van a enseñar qué comer y cuánto. La igualdad tan deseada se traducirá en el fin de la libertad política y la dependencia estatal sepultará la libertad de expresión. Deberemos justificar cada uno de nuestros desplazamientos.
Esto no es una conspiración, o si lo es, es una conspiración de morondanga. Está todo ahí, se puede ver, oler, tocar. No nos consultan pero hay que reconocer que nos informan. Hay un plan, se puede leer en cualquier idioma y como es inclusivo también está en braille y en lenguaje para sordos. La buena es que este conjunto de líderes mundiales nos prometen que, para el 2030, en la época en que seamos despojos humanos sin libertad ni propiedades, podremos viajar a Marte.