En términos históricos, las cortes fueron aquellos lugares donde los reyes, emperadores y demás se sentían a gusto; ¿El por qué? muy claro, era el único lugar donde las cosas siempre estaban «bien», donde los problemas no existían y todo las acciones llevadas adelante por el monarca eran correctas.
Lamentablemente, para unos; y por suerte para otros, ese alejamiento fue siempre el disparador para las grandes (y sangrientas) revoluciones (sabemos que no es este el caso) que dieron forma al mundo que nos tocó en suerte hoy por hoy.
En el caso del ministro de educación, Eduardo Petta, esa corte no existe, aunque el pretenda que si y nos quiera hacer creer a los ciudadanos que existe pero, lo que es aún más grave, es que él y su artificial corte real, nos quiera hacer creer que su gestión es buena.
Permítame, señor ministro, hacerle una sugerencia, la construcción de la imagen política se hace día a día, sin hacer ruido, con hechos que atañen a su gestión y no a la gestión de sus pares y, sobre todas las cosas, sin tomar por idiota a la ciudadanía. Sepa que el momento no es propicio para el oportunismo político, la ciudadanía le cobrará la factura llegado el momento.
Nota: por el apodo de Napoleón BonaPETTA, debemos darle crédito al ingenio popular.