Excelentísima señora
Honorable Diputada,
Condesa del valle de San Bernardino
Acá estoy, dejando la apacible cotidianeidad de esta vida plebeya, para ponerme a escribir estas líneas por culpa de sus exabruptos, ¿Usted no aprende, verdad?
Usted confunde el orgullo, algo que surge de la virtud, con la soberbia, algo que surge de su mente trasnochada que la hace creer que es más que otro. Usted, para que se entere, es una simple empleada, bien pagada por cierto, pero una simple empleada de aquellos a quienes insulta en forma permanente.
Ya la veo venir con el cotorreo de siempre: “me atacan los cartistas” y no, no es así, últimamente la vienen atacando sus mandantes, sus jefes, sus patrones, como le escribimos hace un rato, y la atacan porque en su soberbia no alcanza a ver el verdadero problema… usted es más de lo mismo.
Con el tiempo ha ido demostrando que no es una instancia superadora en la política local aunque usted lo vea de esa forma. No suma ni un poco, de verdad se lo digo, se mantiene dentro de la rosca mafiosa que se fue adueñando del Paraguay; se adueñó de las meriendas, de las calles de San Bernardino y ahora, que se dieron cuenta que se quería adueñar de la indignación popular y la pusieron en evidencia usted se enoja e insulta a la gente, sin darse cuenta que el insulto es el arma que utiliza el ignorante para ocultar su incapacidad de dialogar.
Recapacite diputada, no desafíe a un pueblo hastiado, entienda que el hecho de haber pagado 200 mil dólares por su banca, no la hacen a usted independiente, usted depende de nosotros, nosotros damos las órdenes y de a poco lo vamos entendiendo, mientras tanto… obedezca a sus mandantes y quédese en casa.
Temas Relacionados
Carta abierta de una docente a la Diputada Celeste Amarilla