Analisis
La guerra contra Rusia
Publicado
hace 3 añosen
Un brillante intelectual paraguayo que reside en los Estados Unidos, Don Alan L. Redick, nacional – republicano de estirpe, que honra a nuestro país con su gran actividad como docente, difundiendo la cultura e historia hispana en importantes universidades de la Unión Norteamericana y reivindicando al heroísmo paraguayo contra las injurias y calumnias históricas que hemos sufrido por parte de nuestros enemigos durante la Guerra de la Triple Alianza (1864 – 1870), publicó el Domingo 6 de Marzo de 2022 en el medio “El Nacional” de Paraguay, un artículo titulado “La Guerra de Putin”. He adelantado en mis redes sociales que me encargaría de presentar unas refutaciones al mencionado artículo.
Mis enormes respetos para un hombre de letras e inmensa cultura como Don Alan L. Redick, a quién debería darse muchísimo más espacio del que ya tiene en los medios de nuestro país y en las cátedras universitarias. De acendrado patriotismo y altísima formación académica, lo que importa verdaderamente en el Sr. Redick no son los títulos ni reconocimientos sino su sincero esfuerzo intelectual, su sencillez y modestia para dialogar con todos sin importar su condición, su apertura y amistosa disposición con todo el mundo más allá de las ideas que cada uno pueda tener sobre varios temas.
Lastimosamente, en Paraguay siempre se ha aplaudido a medianías y a mediocridades, como a los pseudo-intelectuales del liberalismo, por ejemplo. A hombres de verdadero intelecto (sean autodidacta o sean por formación institucional) como Alan L. Redick, se los observa como rarezas y se busca evitar el contacto con ellos, no sea que destartalen el edificio de mentiras que algunos han construido en torno a mitologías banales de la politiquería paraguaya. Un Juan E. O’Leary Urdapilleta (no porque sea mi ancestro) vale muchísimo más que mil Cecilios Báez como un Alan L. Redick vale muchísimo más que miles de los pelafustanes post-1989 que se las dan de grandes sabiondos y maestros de las academias nacionales, salvo contadas excepciones.
Sí me pongo a responder, muy humildemente, a su artículo “La Guerra de Putin”, es precisamente porque considero que su opinión tiene muchísimo peso intelectual, incluso si su visión abiertamente anti-Rusia pueda estar sesgada o errada en algunos puntos que detallaré a continuación. Sin más preámbulos, voy a resumir en dos puntos (para que este escrito no sea demasiado extenso) las ideas centrales de dicho artículo para luego agregar mis refutaciones.
Dice el Sr. Redick que algunos “justifican la agresión (de Rusia) bajo argumentos de prepotencia y perspectivas genuflexas” y que otros ven una “conspiración global” en la que Vladimir Putin aparece como un “mesías” para salvar al mundo de la “élite”. Añade después que “según Putin, Ucrania pertenece a Rusia”, que “Ucrania fue secuestrada por Occidente” y que “un grupo de neonazis gobierna tiránicamente Ucrania”, de lo que se infiere, nos dice el Sr. Redick, que Rusia (según sus apologistas) debía tomar acciones inmediatas para liberar Ucrania y protegerse de las agresiones de Occidente.
Procedo a responder que la “prepotencia” existe y siempre existirá. En las relaciones internacionales, más allá de los relatos románticos y de supuestos pensamientos mágicos con los que algunos se devanean, lo cierto es que vivimos inmersos en una dialéctica de “Estados” y de “Imperios” que, sean más o menos privatizados, están en un constante choque, enfrentados por imponer cada uno respecto del otro su supremacía y hegemonía. Lo hacen EEUU, Inglaterra, Rusia y China, las principales potencias de la actualidad. Intentan hacerlo en menor medida los que vienen a la sazón. No juguemos a las “carmelitas descalzas” en este sentido. Claro que cada una de las grandes naciones está peleando por su predominio en sus respectivas regiones y zonas de influencia. Es lo más normal.
Lo que no sería normal, por ejemplo, es que una gran potencia como Rusia, precisamente, se muestre “genuflexa” ante los avances de sus teóricos (y prácticos) enemigos, quienes históricamente se han encargado de cercarla, intentando romperla en pedacitos, avasallarla, humillarla y ofenderla. ¿O acaso el Profesor Redick pretende que los rusos, que vienen siendo insultados, escupidos y azuzados hace varias décadas (por no ir a cuestiones de siglos) devuelvan siempre sonrisitas y besitos a cambio?
Soy católico romano y mi único Mesías es Jesucristo. No veo a ningún hombre como “Mesías”, pero sí me creo capaz de reconocer las virtudes y/o defectos de cada uno de los grandes personajes de la Historia Universal. Vladimir Putin, precisamente, no es un hombre vulgar ni “un cualquiera”, sino un individuo que con patriotismo y sagacidad supo regresar a Rusia en un sitial de preponderancia luego de esa “década infame” para los rusos tras la disolución de la Unión Soviética en los 1990s, cuando parecía que dicha nación se iba a romper en mil pedazos y no solo en los que terminaron surgiendo después de la caída del Muro de Berlín. Ahora, de que hay personas que consideran a Putin como un “Mesías”, no lo dudo, pero estoy seguro que no es el caso de la mayoría.
Luego, lo de la “conspiración global” es un tema para discutirse en otros artículos. Solo me limitaré a escribir el viejo adagio: “No creo en brujas, pero de que las hay, las hay”, sin olvidar que precisamente acabamos de salirnos de la llamada “Pandemia del COVID-19” y los mismos que están agitando el avispero con el asunto de Rusia y Ucrania, fueron los que más vociferaban en favor de las absurdas medidas sanitarias que se tomaron en estos últimos tres años. También son los mismos quiénes inventaron todo tipo de patrañas respecto al ex Presidente de EEUU Donald Trump y quienes legitimaron un verdadero “coup d’etat” electoral dentro de la Unión Norteamericana para que Joe Biden acceda al poder. El mundo entero fue testigo. Por esa razón y considerando que el Profesor Redick es un hombre sumamente razonable, que entiende perfectamente de lo que estoy hablando, espero que no pretenda desactivar discusiones apelando a la falacia de “reducción a la teoría de conspiración”. Nadie habla de conspiraciones aquí, sino de simples realidades.
“Ucrania no pertenece a Rusia como Paraguay no pertenece a España” nos dice Alan L. Redick porque según la perspectiva del siglo XXI, es inaceptable hablarse de los argumentos esgrimidos por quienes se parapetan en la historia del Imperio Ruso, como Putin o su Canciller Sergei Lavrov. Pero afirmar que esta postura no tiene sustento simplemente por una cuestión de perspectivas de nuestro tiempo es caer en un “temporalismo” que me extraña mucho viniendo de tan alambicado escritor como el Sr. Redick. Sí Rusia, por ejemplo, no tiene derecho a luchar por un territorio que desde el siglo XVII fue casi enteramente suyo y al que tiene vinculaciones históricas con la Rus de Kiev, ¿Qué podríamos decir de los Estados Unidos, que en 1899 se apoderó por la fuerza de los territorios españoles de Puerto Rico, Guam y las Marianas, sin olvidar que hasta hoy tienen un pedazo de Cuba bajo sus manos en el tristemente célebre Guantánamo? Quizás a los estadounidenses, los argumentos históricos y culturales les parezcan pacata minucia (de hecho que en la actualidad, el mundo anglosajón es símbolo de anti cultura y anti historia), pero no podemos esperar que los moscovitas, con sus milenarias tradiciones, sean de la misma laya.
Quizás pueda argüir el Profesor Redick que Guam, las Marianas, Puerto Rico y Guantánamo están bajo el yugo de EEUU por la propia decisión de los habitantes de dichos pueblos y que si alguno quisiera salirse de la Unión Norteamericana, no habría problema alguno en reconocerles su independencia. Pero esto no respondería a su frase “el colonialismo no puede servir de excusa para el expansionismo”. A lo sumo, Washington D.C. no tiene nada que reclamar a Moscú porque estos últimos tengan aspiraciones de crecimiento territorial. ¿Haz lo que yo digo, no lo que yo hago? Que Estados Unidos devuelva Guantánamo a Cuba, Guam, Puerto Rico y las Marianas a España, para que al menos pueda hablar con un mínimo de autoridad sobre el “expansionismo de Rusia”.
“Ucrania no pertenece a Rusia como Paraguay no pertenece a España”, es una comparación que no resiste al análisis meticuloso. La República Socialista de Ucrania se formó en 1917 – 1922 como parte de la “Unión Soviética”, creada por Vladimir Lenin. Es cierto que esta República de Ucrania se “independizó” en 1991 después del desmembramiento de la Rusia Comunista. ¿Pero es el mismo caso que Paraguay? Definitivamente no. Porque nuestro país, sí bien es cierto que en 1810 empezó el periplo de su emancipación, recién en 1844 con el Gobierno de Don Carlos Antonio López, Paraguay obtiene el reconocimiento de su independencia por parte de varias naciones del mundo, proceso que continuaría en 1853 – 1855 con el viaje del General Solano López a Europa (quien curiosamente, no firmó tratado alguno en ese sentido con el Imperio Español, que recién en 1880 reconocería la Independencia del Paraguay). Es decir que nuestra “Madre Patria” tardó casi 70 años en aceptar oficialmente el hecho de que nos habíamos emancipado de ella.
En todo ese ínterin, el Paraguay había peleado sangrientas contiendas bélicas para reafirmar su soberanía nacional. Contra Belgrano, contra Rosas, incluso podríamos agregar a Artigas en esta lista. Y ni entremos en honduras con la Guerra de la Triple Alianza, que podríamos decir en toda regla, fue nuestra definitiva “Guerra de Independencia” y de la que obtuvimos, pagando un terrible holocausto a cambio, el reconocimiento (hasta que Dios diga basta) de que somos libres, independientes y… Más o menos soberanos… Menos que más… ¿Acaso Ucrania puede decir algo similar? De nuevo: definitivamente, no. Hasta ahora, la sacaron demasiado barata, les cayó “de arriba” su independencia cuando la URSS se disolvió. Cierto es que muy rapidito, el mundo occidental le “reconoció” su soberanía como Estado Nacional (a diferencia de lo que pasó con nosotros), cosa que Rusia, su “Madre Patria”, siempre cuestionó.
De hecho que Ucrania quizás pueda decirse “independiente”, pero su “soberanía” como Estado Nacional deja muchísimo que desear. Golpes de estado promovidos por unos u otros, gobiernos títeres pro-rusos o pro-OTAN… Y para colmo de males, un activo movimiento separatista interno que ya le costó la pérdida de Crimea y probablemente, le cueste también la sustracción del “Donbass” de su dizque territorio nacional. ¿Podríamos decir, pues, que Ucrania es “Soberana”? Su soberanía ha sido y está siendo cuestionada, desde su supuesta “independencia” hasta en este mismo instante, en que el Ejército Rojo de Rusia está ocupando paso a paso su nación. ¿Y acaso valen, en ese sentido, los alaridos y clamores de quiénes dicen preocuparse por el destino de los heroicos ucranianos, que sin duda alguna son rudos y valientes? Quizás sí, quizás no. Cuando Polonia fue repartida por rusos, austríacos y prusianos, el llanto de las naciones no sirvió de mucho. Cuando Paraguay caía como la “Troya de América” capitaneado por ese titán inconmensurable que fue el Mariscal López, el sacrificio inmenso de todo un pueblo despertó las hondas simpatías del mundo entero, que bregó por preservar, sí no la integridad territorial, al menos la independencia y dizque soberanía del Paraguay (Estados Unidos, con el Presidente Hayes y el General MacMahon, tuvieron mucho que ver en ello). Hay casos y casos. No todos son iguales.
Ni Ucrania, con todo su dignísimo heroísmo, es Paraguay, ni el vulgar comediante con muchísima buena prensa Volodímir Zelensky es siquiera el meñique del pie más torpe del Mariscal López. El corajudo pueblo ucraniano me suscita el máximo de los respetos, pero al momento en que redacto estas líneas, la contienda que sostiene contra Rusia apenas llega a 15 días de duración. Paraguay resistió solo, sin la ayuda de la OTAN, es más, con la OTAN de entonces (el Imperio Británico y sus lacayos) en nuestra contra durante casi seis años y hasta tuvimos tiempo de reeditar el episodio de los 300 espartanos en Cerro Cora, liderados por el Leónidas de Sudamérica, ese Francisco Solano López Carrillo que murió por la Patria y que muchas veces nos queda demasiado grande a los paraguayos de hoy. A Zelensky le falta un infinito demasiado y encima morir en ese infinito demasiado para tocar siquiera la misma rumba que el Héroe Máximo del Paraguay. Y esto sin entrar a tallar en las “ideas políticas” que defiende el actual Presidente de Ucrania (aborto, ideología de género, prostitución libre, tráfico de vientres de alquiler y de bebés), válgame Dios que el tipo es un verdadero impresentable con buenas relaciones públicas…
La independencia y la soberanía se ganan. Se lucha por ellas y se sostienen con esfuerzo, diplomacia, inteligencia y las armas sí es necesario. Basta de cuentos de hadas. Puede parecer cruel lo que diré, pero los ucranianos deberán pagar su cuota de sangre para preservar su independencia y soberanía. Porque esa es la severísima ley de los imperios y las naciones. ¿Acaso los Estados Unidos de América no debieron luchar para recuperar a los Estados Confederados del Sur, que habían decidido libre y soberanamente su secesión? ¿Acaso los dirigidos por el Presidente Abraham Lincoln y el General Ulysses Grant no pelearon la guerra más sangrienta del continente americano para volver a anexar a las tierras, que se proclamaron independientes, del Presidente Jefferson Davis y el General Robert E. Lee? ¿O es que los yanquis dijeron “bueno, los sureños decidieron emanciparse, dejémosles ser felices y que coman perdices, pues son soberanos”? Pues eso.
“Occidente no representa una amenaza para Rusia”, afirma con candidez el Profesor Redick y continúa “la OTAN nunca invadió Rusia (…) en cambio Rusia sí invadió a sus vecinos”. Bueno, nunca pensé que leería algo así. La Organización del Tratado del Atlántico Norte es un simple testaferro. Los dos países que manejan dicho contubernio son Estados Unidos e Inglaterra. Y estos dos estados nacionales sí que han cruzado sus espadas contra Rusia varias veces a lo largo de la historia, solo recordemos a la “Guerra Fría” en la que hubo varios enfrentamientos. A los moscovitas no le interesan los polacos, ni los ucranianos, ni los alemanes siquiera, que los tienen de hijos desde 1945. Solo les interesan los anglosajones, yanquis y británicos. A estos, con sus misiles y armas de destrucción masiva, los quiere lejos de Rusia y Ucrania es el patio trasero de Rusia como Canadá el de EEUU. ¿O no?
“Putin es un tirano que viene gobernando por más de 20 años. La nostalgia por la gloria soviética ha desarrollado en muchos rusos un deseo de volver a ciertas formas del Estado Soviético, pero con el confort que ofrece el capitalismo”. Supongo que Rusia debía conformarse con el destino que las demás naciones buscaban imponerle tras la caída de la URSS. Tenía que aceptar reducir su rol a mero actor secundario para complacer a los anglosajones, los mismos que han invadido Irak (donde murieron 1 millón de civiles por supuestas “armas de destrucción masiva” que nunca se encontraron), Siria, Libia, Panamá, Afganistán, Somalía, Irlanda y tantas otras naciones mientras la acusan de “agredir a Estados Soberanos”. Esto es lo gracioso de la narrativa británica y estadounidense. Ellos apuntan con el dedo, gritan fuerte, critican a los demás, sin pensar en lo dura que tienen la cara de tanta hipocresía. Pero claro, los anglosajones lo hacen “en nombre de la democracia liberal”. Los demás son todos malvados tiranos. Cuando EEUU e Inglaterra bombardean a otros, lo hacen “por la verdad y la justicia, por los arcoíris y los ponis mágicos”. Cuando Rusia se defiende de sus agresores e intenta recuperar territorios que le escamotearon de forma ilegítima, siempre es “la furia malvada neo-soviética de los nuevos tiranos moscovitas”.
Me llama igual la atención que el Profesor Redick tan gratuitamente haya empleado el vocablo “tirano”. También se utilizó dicha palabra, pero dentro de una frase latina, “Sic Semper Tyrannis”, cuando John Wilkes Booth la proclamó mientras asesinaba al Presidente Abraham Lincoln. ¿Habrá sido un tirano “Abe”, que impuso por la fuerza de las armas su voluntad sobre los sureños? Es debatible, pero la palabra “tirano” como la palabra “fascista” o “nazi” ha perdido actualmente todo significado serio (por eso evitaré hablar del “Batallón de Azov” de los neonazis ucranianos, del que bastante ya se ha dicho). Por eso me extraña que se la emplee con tanta soltura de cuerpo, pues no tiene sentido desde una perspectiva neutral. Ahora, sí uno quiere observarlo desde algún sesgo ideológico, pues allí fácilmente pondremos a los gobernantes que no nos gustan en la categoría de “corruptos o tiranos” y a los que nos gustan en la de “bondadosos y aristocráticos”. Ah, pero claro. Es que los occidentales son la “democracia liberal”, la que impone de forma totalitaria a sus medios de prensa alineados mientras censuran a los que presentan la versión de Rusia. La “democracia liberal” de los occidentales, que alega defender la libertad y la propiedad privada pero que no titubea en confiscar los bienes de los dizque “oligarcas rusos”. ¿Devolverán los ingleses todo el oro que saquearon a los hispanos? Pues eso. Siempre fueron unos viles piratas, farsantes, pérfidos y llenos de doblez. Lo triste es que los estadounidenses (no su pueblo, sino sus élites) sigan a pie juntillas a la truhanería británica… Pero como dirían dos comentaristas argentinos, Adrián Salbuchi y Enrique Romero: cuando se habla de mafiosos rapiñadores que vienen de Rusia, se los denomina peyorativamente “oligarcas rusos”. Pero cuando se trata de mafiosos rapiñadores que vienen del mundo anglosajón, estos son alabados como “filántropos de la humanidad”.
¡Dios nos libre y guarde de tanta hipocresía anglosajona!
Más allá de tiñas y arrebatiñas, no pasemos por alto lo siguiente. ¿Acaso no era Juan Guaidó el “Presidente Reconocido de Venezuela”? Porque ahora, el Gobierno de los EEUU está negociando con el “Presidente Falso” Nicolás Maduro para adquirir petróleo más barato y otras linduras. ¿Cómo quedó esto del “reconocimiento”? En la farsa que siempre fue, porque el Soberano es aquel que ejerce el poder, no el que tiene mejor prensa ni apoyos diplomáticos. Y aquí también cae por tierra el argumento de la “Independencia y Soberanía de Taiwán”, que tampoco está reconocida por la inmensa mayoría de los países del mundo. ¿Qué es lo que vale entonces, Profesor Redick? ¿Qué te reconozcan? O más bien, ¿Qué país te reconoce?
He aquí el quid de la cuestión, de nuevo: la hipocresía anglosajona y sus alucinantes embustes. Los atlantistas con sus dobles raseros, sus medias verdades, sus manipulaciones, con su eterno “hagan lo que yo digo, no lo que yo hago”, acusando a los demás de aquello que ellos mismos han hecho, pero mil veces más y mil veces peor. ¿Acaso no se está comprobando ahora mismo que Ucrania posee laboratorios de armas biológicas, según confesión de una Secretaria del Gobierno de EEUU ante la pregunta que le hizo el Senador Marco Rubio?
Así pues, los argumentos esgrimidos por el respetable Don Alan L. Redick no se sostienen. Creo que esto se debe a alguna especie de sesgo anti-ruso de su parte, pues me resisto a creer que sea otra cosa.
Rusia tiene demasiadas razones, que ya he expresado en su momento en InformatePy (recomiendo la lectura de dicho artículo como complemento de este), para intervenir en Ucrania. Quizás podemos estar en completo desacuerdo con una guerra de agresión y expansión, pero de ninguna manera se puede afirmar gratuitamente que Vladimir Putin está actuando como lo hace “simplemente porque es un loco tirano”.
Por último, sé que a muchos compatriotas les da mucho miedo que a Brasil (con los “brasiguayos”) se le antoje actuar como a Rusia y quiera venir a quitarnos territorios, más pronto que tarde. Pero más allá de legítimas aprensiones y miedos exagerados, lo cierto es que la situación en el Donbass entre Rusia y Ucrania es muy diferente a lo que ocurría con Paraguay y Brasil en 1864 – 1870. En realidad, son los rusos quienes están siendo acogotados y agredidos hace años por una “Múltiple Alianza” que busca dividirlos y subyugarlos, como pasó con nuestro país hace más de 150 años. La única diferencia es que Rusia es un país gigantesco y Paraguay entonces no lo era. Que las enormes proporciones del territorio ruso, que empalidece ante las todavía más gigantes proporciones de la hipócrita propaganda anglosajona, no les engañen ni les tomen desprevenidos. Y al Profesor Redick, simplemente, le deseo lo mejor y que sepa que lo tengo en la más alta estima, a pesar de las diferencias que tenemos en este tema, en esta “Guerra contra Rusia”.