En un mundo donde la gente se mira, mira y ve cada vez
menos, no se le suele dar la importancia que merecen los símbolos.
A quienes fuimos educados hace ya algunos años, desde la más tierna infancia nos han inculcado el valor y el respeto a los símbolos y a lo simbólico, dándonos a entender que, no alcanza con decir, hay que hacer; hay que ser y parecer. Por ejemplo, puedo considerarme y hasta verme como un caballero pero, si no le cedo el asiento a una dama (aunque las feministas modernas se ofendan), si no me pongo de pie para estrechar la mano de una persona, difícilmente se me pueda considerar un caballero; esos símbolos envían un mensaje más allá del propio mensaje. También, fuimos educados en cuanto a que cuanto mayor fuera nuestra relevancia en cualquier ámbito, más importante era el cuidado de esos “detalles” debido a que quienes nos observaban aprenderían de ellos.
Bueno, parece que, si bien somos contemporáneos con el presidente Mario Adbo, o no le enseñaron lo mismo que a mí, o no aprendió o, lo que sería peor (y más peligroso) aprendió, entendió todo y está enviando un metamensaje vaya uno a saber quién.
En los últimos días, se lo vio al presidente Abdo luciendo una prenda originaria de Medio Oriente llamada “Kufiyya”, comúnmente conocida como “pañuelo palestino”. Este símbolo, está tradicionalmente ligado a la causa palestina; de hecho, si bien es una prenda de uso milenario en muchos países árabes, se considera a la kufiyya como un símbolo de respaldo al terrorismo, y para entender el porqué, solo basta con googlear terrorista palestino para entender el porqué.
Probablemente, en otro contexto histórico o político, el “error” del presidente Mario Abdo Benítez, hubiese pasado inadvertido o, tal vez, como una desafortunada elección en su vestuario, eventualmente hasta podría haberle echado la culpa a alguno de sus asesores pero, teniendo en cuenta las posturas adoptadas por el presidente en el marco de las relaciones bilaterales con Israel y con el denominado mundo árabe (tema embajada entre otros), es posible pensar que no se trata de un error, y si que se trata de un metamensaje enviado al mundo acerca de a quienes él respeta y con quienes quiere congraciarse, sin darse cuenta que, finalmente, él ya no es él sino que es “nosotros”.