La reciente visita de los hinchas de Racing y Cruzeiro para definir la Copa Sudamericana, me recordó por qué elegimos este país. Hace diez años, mi familia y yo tomamos la decisión (extraña para muchos) de mudarnos a Paraguay, un país que, para nosotros, era desconocido pero, aun así, lleno de promesas. Desde entonces, hemos encontrado no solo un lugar para criar a nuestros hijos, sino un verdadero hogar.
Ver a los paraguayos brindarle su calidez a mis compatriotas, su hospitalidad y ese espíritu solidario que los caracteriza, reafirmó mi convicción de que aquí es donde mi familia debía crecer. Cada interacción cotidiana, una sonrisa en la calle o una conversación en el supermercado, nos ha hecho sentir parte de algo más grande que nosotros mismos.
No voy a negar que Paraguay tiene mucho por mejorar. La infraestructura y los servicios públicos claramente presentan desafíos, pero lo que Paraguay me enseñó es que la gente marca la diferencia. La capacidad de sus habitantes para organizarse, para recibir a visitantes con los brazos abiertos y para construir, día a día, una sociedad más acogedora, es incomparable.
Mis hijos y mi nieto crecen con la ventaja de vivir en un lugar donde las personas se conocen, donde la naturaleza está a un paso y donde la vida tiene un ritmo distinto, más humano. Por eso no me sorprendió ver a los hinchas maravillados con la calidez y organización de los paraguayos, de hecho me sentí orgulloso de haber tomado la decisión correcta.
Paraguay no duele, relájense y disfruten, que con sus retos, sigue siendo un país lleno de oportunidades y un lugar perfecto para vivir.