Analisis

El castrismo: la receta perfecta para destruir naciones

Fidel Castro nunca fue un político. Tampoco fue un gigante de la historia, sino el mayor delincuente de Iberoamérica

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En 1959 Cuba era la nación que más azúcar exportaba al mundo. Además, sus indicadores en educación y salud eran muy superiores al promedio de la región. Asimismo, la tasa de médicos y dentistas per cápita era la más alta del Caribe. La esperanza de vida era de 62 años, superando a países como España, Portugal o Grecia.

Como es normal en las dictaduras, había que borrar el pasado y reescribir la historia para poner a Fidel Castro como el «héroe» y «constructor» de la nueva Cuba. A los pocos meses del triunfo de la Revolución, Fidel Castro empezó a deshacerse de aquellos que le pudieran hacer sombra o, en su caso, frenar sus afanes totalitarios. Huber Matos, comandante de la revolución condenado a veinte años de prisión, fue una de las primeras víctimas del castrismo. Pero con similar suerte corrieron humildes campesinos y pequeños empresarios.

Fidel Castro y el Che Guevara estaban dispuestos a someter por completo a Cuba. Eso los llevó a cometer una serie de improperios, entre ellos, poner a Guevara a cargo del Banco Nacional de Cuba y más adelante como ministro de Industria. Al terminar la administración ministerial de Guevara, en Cuba ya no existía la mantequilla, el café estaba restringido a 50 gramos por semana. Además, el arroz, que siempre había abundado en la dieta cubana, se había reducido a 1.200 gramos por mes.

¿Qué hizo la dictadura ante tamaño desastre?

Una medida sensata hubiese sido rectificar el camino, pero esa decisión era impensable para un par de matones hambrientos de poder. El Che impuso un durísimo régimen disciplinario de trabajos extras. Los cubanos fueron obligados a abandonar sus familias y hogares para cumplir jordanas laborales de hasta 19 horas y siete días en la zafra azucarera y otras ramas de la industria alimenticia.

Nótese la paradoja. En la Cuba anterior a Fidel los trabajadores gozaban de 50 días de vacaciones, pero el Che les obligó a borrar cualquier idea de proyecto de vida personal. Los izquierdistas siempre hablan de la explotación capitalista. No obstante, guardan absoluto silencio respecto a la explotación del obrero por parte del Estado socialista.

Juan Reinaldo Sánchez, quien fuera guardaespaldas del dictador por 17 años, describió los lujos en los que viven los Castro. Mientras los mariscos, los jamones españoles y los vinos importados jamás faltan en la mesa de Fidel y su familia, millones de cubanos tienen serias dificultades para conseguir su próxima comida.

Castro convirtió Cuba en su finca privada y desde esa posición se enriqueció. Recordemos que la revista especializada Forbes reveló que Fidel Castro llegó a poseer la sexta fortuna más importante del mundo, de unos 900 millones de dólares. ¿Y qué hay de los ingresos de los cubanos de a pie? Pues están un poco lejos de esa cifra: el salario per cápita de los ciudadanos de Cuba es de 20 dólares mensuales, según lo han reconocido los medios oficiales, lo que suma un ingreso promedio de 240 dólares anuales. Ingresos que en la mayoría de los casos destinaran a comprar comida de las empresas pertenecientes a las Fuerzas Armadas cubanas. Es decir, que, de todas maneras, acaban entregando sus pocos dineros a la familia Castro.

Las ambiciones de Fidel no se limitaron a Cuba: quiso dominar toda la región. Eso le llevo a cerrar acuerdos con criminales como Pablo Escobar, Roberto Suarez, Klaus Barbie y cuanta organización terrorista aparezca en el mundo. Parte de las negociaciones incluían el uso de las bases militares cubanas para introducir cocaína a los Estados Unidos. Pero también el entrenamiento de grupos subversivos en toda clase de técnicas terroristas.

Fidel Castro nunca fue un político. Tampoco fue un gigante de la historia, sino el mayor delincuente de Iberoamérica.

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