Hagamos un viaje en el tiempo al año 2013. En ese momento, el crecimiento del 6.5% del PIB de Bolivia era la noticia más comentada en el mundo. Las principales revistas económicas empezaron a hablar del «milagro» económico boliviano. Luis Arce Catacora y Evo Morales se convirtieron en una especie de rock stars para los medios de prensa y universidades.
Sin embargo, dentro de toda esa letanía a favor del «primer» presidente indígena del país, nadie hizo la pregunta clave, ¿cuáles fueron las causas para alcanzar ese nivel de crecimiento?
Después de la expropiación de la industria gasífera, el régimen boliviano tuvo acceso a unos ingresos inimaginablemente altos. Esta excesiva liquidez fue introducida en la economía a través del gasto en proyectos de infraestructura pública y empresas estatales. Además, se forzó al sistema financiero a otorgar créditos con tasas reguladas. En ambos casos, se indujo al público a iniciar una serie de proyectos que no responden a la demanda efectiva real de mercado, pero que sirvieron para inflar los números del crecimiento. Con razón dicen: «el papel aguanta todo».
La fiesta duro muy poco. Pues a finales del 2014 el crecimiento del PIB, a pesar de mantener los mismos niveles de gasto estatal, había alcanzado un 5.5%. Es decir, que tan sólo un año después, hubo una desaceleración de más de un punto porcentual.
Esa misma época, Arce Catacora habló de la necesidad de ajustarse los cinturones, ya que la caída de los precios internacionales de las materias primas nos iba a afectar. No obstante, ese arranque de sensatez quedo en la mera retórica. Pues siguieron con el sobreoptimismo y el gasto a manos llenas. Pero con un agravante, reemplazaron los ingresos de la renta gasífera con deuda interna y externa.
El nivel de endeudamiento de los últimos años ―que abarca desde la época del 21F y el fraude electoral del 2019― ha sido tan alto que solamente en 2017 se registró un incremento de deuda de aproximadamente 30%. Como resultado de esa irresponsable gestión económica, la cuota a pagar ―capital, intereses y comisiones― alcanzó a 787 millones de dólares en 2019.
Desde el 2014 Bolivia estuvo gastando más de lo que genera. Ante esa situación, el Banco Mundial pronosticó que la deuda total del país alcanzaría al 80% del PIB. Al respecto, William Maloney, economista en jefe para América Latina del Banco Mundial, en una entrevista al diario El Deber, manifestó lo siguiente:
Desde el final de la bonanza de los precios de las materias primas en 2014, Bolivia ha experimentado un importante aumento de la deuda de la mano de financiamiento externo y del Banco Central. Esto como parte de los esfuerzos para mantener la economía creciendo y afrontar los desafíos resultantes de la pandemia. Creemos que los países, y Bolivia no es la excepción, podrían explorar nuevas formas de impulsar el crecimiento sin aumentar continuamente la deuda pública.
En la actualidad, después de haber alcanzado un hito de $ 15.122 millones en 2014, las RIN bajaron al 1 de abril de este año a $ 4.619 millones, de los que $ 2.682 millones (el 58%) son reservas de oro, dejando disponibles $ 1.937 millones para el pago de la deuda y para las importaciones. Puesto que los pagos se hacen con divisas, una economía tan endeuda pone más presión sobre el tipo de cambio.
Asimismo, ante la gran necesidad del gobierno por conseguir dólares, las posibilidades de una devaluación, incluso de un corralito, son cada día mas grandes. Y ojo, a todos aquellos que me dicen que estoy «especulando» les recuerdo que ya son varios años que el régimen está usando las jubilaciones de los trabajadores para financiar un porcentaje de su gasto. Ante ese negro panorama, muchos me preguntan, ¿qué se nos viene? Un cuestionamiento erróneo, porque todo el escenario apunta a un default. Ergo, no hay que averiguar el qué, sino el cuándo ¡Pobre país!