El acontecimiento mundial que ha capturado la mayor atención de la prensa, la academia y la opinión en general, sin duda es lo refido a la invasión de Rusia a Ucrania y la reacción de Occidente, básicamente la Unión Europea, Estados Unidos y algunos de sus socios en de la región del Indo-Pacífico regidos con sistemas políticos democráticos-liberales como Japón, Corea y Australia, en conjunto son quienes lideran la catarata de sanciones económicas, comerciales y diplomáticas que hoy pesan sobre Rusia.
El argumento fundamental para la activación de todas esas sanciones, ha sido que el gobierno de Rusia ha roto con los principios fundamentales del derecho internacional, el irrespeto a la soberanía y territorialidad de Ucrania. Amén, de toda la destrucción, dolor y horror generado por esta guerra por la muerte de los civiles y los crímenes de guerra cometidos por Rusia sobre el territorio invadido.
Concretamente en el caso de Estados Unidos, el 8% de las exportaciones de crudo ruso va al mercado estadounidense, razón por la cual, el presidente Biden anunció la inclusión de prohibición de exportación del crudo de Rusia dentro del marco del paquete de sanciones impuestas por Washington sobre Moscú como consecuencia de la invasión a Ucrania.
Pero la economía sigue en movimiento y el mercado estadounidense sigue manteniendo la necesidad de petróleo, la gran pregunta es ¿cómo llenar el vacío energético de Estados Unidos? La respuesta lógica y obvia, es que Estados Unidos eleve su producción doméstica de petróleo, tal como lo señaló el ExCandidato Presidencial republicano Mitt Romney, pero tal vez esto dilate un poco y no sea posible suplir la necesidad inmediata generada por la prohibición del crudo ruso.
La segunda opción dentro de esta línea lógica, consiste en que Estados Unidos llene ese vacío de la demanda de petróleo comprándoselo a Canadá, país que es su socio del T-MEC y además logísticamente lo tiene muy cerca. Incluso las opciones dentro de América no terminan allí, por ejemplo también puede comprar petróleo a Brasil, Colombia o Ecuador.
Increíblemente y totalmente absurdo, el gobierno de Biden busca suplir el petróleo ruso con el crudo proveniente de Irán, Venezuela y Arabia Saudita. Vale acotar, que Irán es un país que posee múltiples sanciones bien por estar asociado al terrorismo como su programa nuclear secreto a espaldas de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA).
Siguiendo en el Golfo Pérsico, en Arabia Saudita reposan decenas de yates de los oligarcas rusos, hasta sus aviones y por supuesto, sus fortunas bien protegidas en bancos sauditas, en crudo, el Príncipe Mohamed bin Salmán, gran amigo de Putin ha dado una segura protección a los socios del presidente de Rusia.
Luego tenemos la Venezuela petrolera, ubicada al sur de El Caribe. Una nación sobre la que pesan también múltiples sanciones desde los tiempos que el mismo Biden era Vice-Presidente y de la que hasta pesa una millonaria recompensa por la cabeza del propio autócrata de Caracas Nicolás Maduro entre otros jerarcas. Un gobierno sobre el que abunda toda clase de literatura e informes oficiales como el World Drug Report que evidencia el involucramiento desde altas autoridades de la narco-tiranía de Maduro y su aparato criminal como el llamado “Cartel de los Soles”. Sin contar los crímenes de lesa humanidad reportados desde el 2014 por la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (OACNUDH).
La confirmación de negociaciones entre una Comisión de Alto Nivel del gobierno de Biden, además de ser totalmente contradictoria, pues, el propio gobierno de Washington reconoce como legitimo Presidente de Venezuela al Ing. Juan Guaidó. Pero sin duda, este acto constituye una nítida expresión del desconcierto de la política exterior de USA en esta gestión demócrata y en crudo su humillante claudicación de hecho ante la narco-tiranía-neocomunista de Maduro, con lo cual, sella indefinidamente la mínima posibilidad de vuelta a la democracia al país caribeño.