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Las generaciones en el fútbol

Hace unos días hemos tenido el raro privilegio de presenciar un partido de homenaje y de despedida a una de las figuras más representativas del fútbol paraguayo en los últimos 15 años: Nelson Haedo Valdez. Es un raro privilegio porque, en general, hemos sido poco gratos a la hora de rendir homenajes a grandes figuras que supieron llevar en alto a nuestro país. Más allá de los detalles festivos, este escribidor ha posado su nostálgica atención en el detalle de ese fantástico equipo que supo ser aquel seleccionado que nos hizo palpar el cielo con inolvidables performances

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LA NOSTALGIA DEL PASADO LACERA LA HERIDA ACTUAL

Nombres como Bonet, Cañiza, Da Silva, Torres, Riveros, Vera, Cabañas, el mismo Haedo Valdez, Cardozo y otros arrancaron más suspiros nostálgicos de la apenada afición paraguaya que añora días mejores con la actual albirroja.

Mientras el grueso de las municiones apunta siempre a la gestión de los dirigentes y la tarea del seleccionador de turno (no excusables en ambos casos), tendemos a soslayar un aspecto fundamental que explica y da cuenta de la actual situación: la cuestión de las generaciones.

Se puede englobar bajo el concepto de “generación” a todos los jugadores que coinciden desde un tiempo y un proyecto determinado y empiezan a caminar juntos y a coincidir en los proyectos sucesivos a través del paso del tiempo. Generalmente, están en la misma franja etaria de entre 1 y 10 años de diferencia.

Aquella selección que nos llenó de jornadas felices estaba conformada por una generación de entre los nacidos entre 1974 y 1983 más o menos. En Sudáfrica 2010, promediaban entre los 27, 28 y los 33, 34 años. Camada madura, probada, con batallas encima y dispuesta a dar saltos cualitativos.

Desde luego, coincidió con la conducción de un temple sabio y humano, el de Martino y con una clase dirigente dispuesta a demostrar los quilates de su capacidad de gestión (¿proyectando el futuro político?). Pero, una vez más, la generación fue fundamental.

Con una generación poco afortunada en cuanto a sus dotes, es poco lo que se puede hacer para elevar sustancialmente el rendimiento; sí se puede ser coherente y jugar de acuerdo a las propias fuerzas de esa camada. Pero si, de por sí, es incapaz de competir con las demás, mucho no se puede hacer.

Eso es lo que ocurre en este tiempo: no gozamos de una generación capaz de competir de igual a igual a nivel internacional con la mayoría de los equipos.

¿Acaso no era problema del seleccionador? Puede que el anterior no haya tenido todas las luces durante su estadía; pero hagamos un sencillo examen: comparemos jugador a jugador, puesto por puesto, función por función a los nuestros y a los de las selecciones que están perfiladas para clasificar. ¿Me dicen qué conclusiones sacaron?

EL EJEMPLO DE LOS OTROS PAÍSES

El problema, entonces, ¿es solo generacional? Sí, también es generacional. Pero, ¿por qué Brasil, Argentina no sufren tan pronunciadamente ese cambio de generación? Por una razón principalísima: demografía. Por dejar una cifra (irresponsable), por cada jugador que llega al primer plantel en Paraguay, en Brasil llegan 500 y en Argentina, póngale, 400 jugadores.

Pero, no se trata solo de sentarnos a esperar a que los astros se alineen y que nos caigan 25, 30 fenómenos capaces de llevarnos a cuartos o semifinales de Copa del Mundo.

¿Y Uruguay? Bueno, el paisito viene caminando el camino que Paraguay debería recorrer también: está cuidando de las generaciones emergentes desde las bases mismas.

Venezuela, Ecuador, Chile están embarcados en cuidar de sus generaciones, y los resultados se están viendo ya desde hace no mucho tiempo.

CÓMO CUIDAR DE LAS GENERACIONES

Con programas de formación definidos, con objetivos identificables, con un norte claro y preciso. A las generaciones se les debe tomar desde bien abajo, en el fútbol infantil, en las academias o escuelas de fútbol, y a partir de ahí acompañar el desarrollo con programas coherentes de formación.

A las generaciones se las debe someter a programas de desparasitación y nutrición adecuada; salud bucodental; atención psicológica; programas académicos que fomenten el desarrollo comprensivo.

Desde los 10, 11 años, los niños que forman parte de las academias formativas tienen que recibir formación metodológica acorde a las características propias del paraguayo, y capaz de aportar mejorías sustanciales en el proceso de formación de jugadores. El formato de entrenamientos debe cambiar, la competencia misma debe cambiar buscando que los niños puedan comprender el juego, aprender a tomar decisiones y desarrollar fundamentos técnicos y tácticos del juego.

En categorías de formación (14-23 años), urge que los clubes se replanteen lo que están haciendo. Salvo algunos clubes (los cuatro equipos más importantes, tal vez), no existe un plan general de formación. Los clubes no son reconocibles por modelos de juego ni modelos de formación. No existe la «escuela de tal club» como se habla de la «escuela rosarina», por ejemplo.

Al final, los jugadores terminan llegando a las puertas de primera división porque fueron persistentes, porque nunca se rindieron. Están ahí, llega el entrenador del primer equipo y los pone a prueba para comprobar las carencias que existen. Entonces, viene un argentino o brasileño que jugaba poco o nada en la segunda o tercera división del fútbol de su país, y se vuelve en una estrella en un equipo de portento aquí, mientras se le corta la oportunidad al chico que remó desde muy abajo.

Remó y llegó a la costa, pero no tenía muchas herramientas para sobrevivir. Llegó por su determinación, no fruto de un proceso coherente y sistemático.

Esta historia, proyectada a todos los equipos, temporada tras temporada, da como resultado que las generaciones llegan, casi azarosas, porque tienen que llegar, porque es el tiempo histórico para hacerlo, y no como fruto madurado de un proceso formativo.

Cuando las generaciones no vienen bien dotadas de cualidades (innatas), atravesamos penosos caminos (como el actual proceso, según mi criterio) porque fuimos incapaces de elevar algún punto esas cualidades por la sencilla razón de que no hemos trabajado para eso. Entonces, nos presentamos con desventajas evidentes frente a, ni hablemos los países potentes, si no ya frente a otros que en épocas anteriores no podían competir contra nosotros y que ahora con la sola coherencia de sus propios procesos terminan por desplazarnos a los últimos lugares de valoración.

Las generaciones en sí son naturales: están porque el tiempo histórico lo determina así. Las generaciones poco favorecidas por el talento, deberían ejecutar, aunque más no sea, las condiciones de formación recibidas.

Las generaciones favorecidas como la de Sudáfrica 2010 no solo deben ser celebradas. A la par que se las disfruta, ya se tiene que estar trabajando en las que están viniendo, y ¡en las que estás iniciando!

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