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Analisis

El mundo se volcó al fascismo y se llenó de “focas aplaudidoras”

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Mucho tiempo antes de que la serie Black Mirror imaginara cómo la tecnología podría modificar nuestras vidas, el Gobierno chino ya tenía estudiadas las medidas para controlar a su ciudadanía.

La idea central de este férreo control estatal es la preservación de la “pureza ideológica”, el sostenimiento del discurso único que parte desde el gobierno y, para eso, no escatima recursos ni mucho menos medidas coercitivas:

  • Censura en internet
  • Intervención a voluntad de líneas telefónicas
  • Monitoreo de las actividades online de los ciudadanos
  • Geo localización de los “ciudadanos conflictivos”
  • Implantación del “Sistema Nacional De Crédito Social”

Unos de los casos más resonantes de este “Sistema Nacional de Crédito Social” es el del periodista Liu Hu, acusado de propagar rumores a través de sus investigaciones periodísticas sobre corrupción gubernamental: «No hubo archivo, ni orden policial, ni notificación oficial. Simplemente, me cortaron el acceso a las cosas que antes podía disfrutar. Lo que asusta realmente es que no hay nada que puedas hacer. No puedes protestar ante nadie. Te quedas atrapado en la mitad de la nada». Manifestó cuando fue notificado de las acciones gubernamentales en su contra. Actualmente, Liu Hu no puede comprar una vivienda, enviar sus hijos al colegio que el elija, comprar un boleto de tren o uno de avión.

La lista negra de ciudadanos “deshonestos” según el régimen comunista chino está compuesta por 7,5 millones de nombres, personas, ciudadanos a quienes les han limitado sus libertades y muchos han sufrido desproporcionados castigos: expulsión de escuelas públicas, trabas financieras, represión religiosa e incluso límites en sus velocidades de acceso a internet.

En el mismo sentido, a nivel global, el Banco Mundial y el Foro Económico Mundial “han identificado como una solución” el proyecto de identidad digital global como una parte importante en la realización de los Objetivos de Desarrollo Sostenible que forman parte de la “Agenda 2030” y, muy probablemente, el “Pasaporte Sanitario” sea un ensayo de lo que está por venir.

El principal argumento para la imposición del pasaporte sanitario es el mismo sin importar el país que elijamos para analizar: “el todos por encima del individuo y su libertad”; un argumento extremadamente cercano al pensamiento fascista, que exaltaba la idea de nación frente a la de individuo o clase y, de paso, suprimía la discrepancia política.

En su tiempo, Benito Mussolini afirmaba que: “El Fascismo es una gran movilización de fuerzas materiales y morales. ¿Qué se propone? Lo decimos sin falsas modestias: gobernar la nación. ¿De qué modo? Del modo necesario para asegurar la grandeza moral y material del pueblo italiano. Hablemos francamente: no importa el modo concretamente”.

Aunque muchos no lo quieran aceptar porque no lo ven, no lo entienden o simplemente no les importa, aceptar la imposición de un Pasaporte de Vacunación es abrir la puerta a esto… y esto no es ni va a ser algo estático. Abierta la puerta para la supresión de las libertades individuales significará que en el futuro habrá más y que siempre dependerán de las creencias de quien gobierne. Hoy le toca a quienes se niegan a aplicarse una “vacuna” de la que poco se sabe, mañana el hijo de alguien importante se contagiará de HIV y se pedirá demostrar que no se porta el virus, luego llegará otro al que no le gusten los tatuajes y así irán acabando, una a una, nuestras libertades.

Estamos entrando en un momento histórico complejo, hoy se castigan determinados “comportamientos”, pero tengan en claro que mañana serán otros y pasado mañana otros. Una vez se entra en esto no va a ser fácil salir.

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