A cualquiera le pudo haber pasado en su juventud (solo durante la juventud), no es malo haberse dejado seducir por la hipocresía de esa “izquierda latinoamericana” que te ubica per se, en una posición moral superior al resto de los mortales; aunque, digamos todo, esa supuesta superioridad moral es totalizante y solo buscar imponer reglas de comportamiento o de vida a todos los ciudadanos.
La izquierda nunca tiene una solución, su dialéctica es desordenada y no busca debatir para solucionar, busca debatir para culpar y ahí mismo se agota.
“Luchemos por la educación púbica…” sus hijos concurren a escuelas y universidades privadas.
“Luchemos por la salud pública…” ellos se atienden en los mejores sanatorios del exterior.
“Fascistas, sean tolerantes con el piensa distinto…” prenden fuego la enseña patria, y lo festejan.
La hipocresía nunca ha sido considerada como una virtud social, básicamente porque se trata de hacer todo lo contrario a lo que se predica. La izquierda te habla de igualdad, de solidaridad, de empatía y de muchas otras cosas y, sin solución de continuidad, trata de inculcar en la gente el odio de clases o el odio a quien es distinto (a ellos).
Herederos de la tradición marxista empobrecedora (económica, social y moralmente hablando), hacen de la lucha de clases su caballito de batalla, ignorando que el sistema que ellos atacan es el único que se hizo fuerte bajo el concepto de la meritocracia, generando bienestar y prosperidad a lo largo de muchas generaciones. Ellos, a lo largo del tiempo, han logrado invertir el concepto de inocencia o culpabilidad; se es culpable hasta que se demuestre lo contrario, argumentando que quien haya logrado establecer un patrimonio, por mínimo que este fuera, lo hizo por haber logrado corromper el sistema.
Ellos, los adalides de la justicia y las causas nobles te dirán si debes odiar o no; si debes donar o no y a quien; nadie mejor que ellos que son “moralmente superiores”, saben cuáles causas son loables y cuáles no, no pretendas vos, chancho burgués, contradecirlos.
No nos dejemos engañar por estos prestidigitadores de la palabra, sommerlieres de causas nobles; ellos no actúan ni actuarán nunca en lo esencial, porque ni les importa ni les conviene, ellos solo quieren tu “Me Gusta” y tu mirada puesta en otro lado, no sea que te des cuenta que ellos también son unos “chanchos burgueses”, aunque se sientan culpables.