En los últimos tiempos, los líderes más importantes del mundo libre, incluyendo al presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, dedicaron gran parte de su tiempo en enviar señales políticas claras acerca de la perversidad de las ideas socialistas, de la tragedia que estas significan para Venezuela y de la imperiosa necesidad de frenar, de una vez por todas, a la tiranía que devasta día tras día a esa nación. A este respecto, Juan Guaidó nunca fue claro y llenó su discurso de consignas vacías hasta hoy que, cuando todos esperaban declaraciones concretas durante el desarrollo de la reunión del “Grupo de Lima”, solo atinó a decir que el problema de Venezuela no es ideológico, dándole una bofetada en el rostro a quienes salieron fuertemente en su defensa y en la del pueblo venezolano. Demostrando miedo a las consecuencias, miedo del que se alimenta el chavismo hace veinte años.
El presidente encargado de Venezuela y los demás presidentes
reunidos ayer, siguen actuando con tibieza, sin darse cuenta que la retórica no
sirve en los momentos donde una sociedad muere de hambre, donde quienes
reclaman condiciones mínimas de dignidad para desarrollar una vida normal son
masacrados por los organismos estatales o, lo que es aún más grave, por los
paraestatales.
De esta forma, Guaidó deja palmariamente de manifiesto que nunca evolucionó en su pensamiento político y, ahora, se encuentra parado de frente y mirándose a los ojos con el fracaso político e ideológico que supo defender alguna vez. No sabe (o no quiere saber) cual es el lugar que le toca ocupar hoy en el concierto político internacional, y a futuro en la historia de Venezuela. Esta intención de jugar a dos puntas, como ya lo han hecho quienes los antecedieron en la oposición al régimen venezolano, terminará por agotar la paciencia de quienes hoy lo sostienen y tristemente, cuando éstos lo abandonen, sobrevendrá en Venezuela un estallido social de proporciones encabezado por los hambrientos, por los desposeídos y por los que nada tienen que perder, que son millones en esa tierra venezolana, entonces… quizás sea demasiado tarde.