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El libertinaje “opinólogo” y el caso de Fátima Amarilla

¿Quién responde por el daño psicológico que pueden causar las opiniones vertidas en redes sociales? El caso de Fátima Amarilla obliga al debate.

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Por Gonzalo Cáceres – Diario Hoy

Cuando el filósofo italiano Umberto Eco criticó que las redes sociales magnifiquen las opiniones de “necios”, y tengan la misma importancia que las de un Premio Nobel, por poco lo tachan de fascista.

El autor de obras famosas como El nombre de la Rosa y El Péndulo de Foucalt afirmó que “las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad”.

“Ellos fueron silenciados rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un Premio Nobel. Es la invasión de los idiotas”, dijo en declaraciones tomadas por el diario italiano La Stampa en junio de 2015.

Y está del todo en lo correcto. No se desvió ni un ápice.

La polémica desatada en las últimas horas con relación a lo ocurrido con la atleta paraguaya Fátima Amarilla tiene que ver mucho con esto y obliga a replantearnos sobre el uso responsable y consciente de las redes sociales.

¿Por qué? Porque el libertinaje “opinólogo” es tan tóxico como un trago de cicuta, traducida de forma connotativa al eufemismo moderno de “bullying” (causa de depresión y suicidios, entre otros).

Hablar por hablar (o escribir por escribir) es un crimen, más si de manchar el honor y la reputación de una persona se trata. A Fátima Amarilla se le borró la película tras correr 400 metros a fondo en una competencia de élite (imagináte, acabar por el suelo tras el máximo esfuerzo), pero los justicieros del teclado la atacaron por no hilar una frase en guaraní (que, dicho sea de paso, tampoco es que se enseñe en forma en nuestro propio país).

Tampoco se puede justificar tal reacción del lado del “valor cultural”. Para nada. Y no hace falta abrir una explicación en este punto.

Posteriormente, se supo que Fátima es Asperger, lo que otorga al caso un valor, digamos… simbólico, por tratarse de una sociedad arcaica, atrasada y violenta que juzga y margina todo lo diferente, sin empatía alguna y sin molestarse en preguntar.

Explicada en palabras de la Comunidad Asperger Paraguay, “Asperger es una condición del neurodesarrollo, una variación del desarrollo que acompaña a las personas durante toda la vida. Influye en la forma en que estas dan sentido al mundo, procesan información y se relacionan con otros”.

Asperger DEFINE a las personas de pensamientos lógicos y concretos y se da de forma frecuente (5 de cada 1000 niños de entre 7 a 16 años).

La persona Asperger tiene un aspecto “normal” (no encierra rasgos físicos, distintivos), tiene una capacidad intelectual superior a la media y patrones de lenguaje, que se traducen -frecuentemente- en habilidades especiales en áreas restringidas, lo que en la mayoría de los casos repercute en problemas para relacionarse con los demás (por no compartir intereses “comunes”).

Sufren con situaciones que les afectan en lo sensorial (luces, ruidos). Tienden a presentar una nula conciencia de los sentimientos de los demás y hasta problemas para comprender las cosas que han visto u oído (que recuerdan al detalle), son algunas de las características del Síndrome de Asperger.

Hecha la explicación, la cuestión es… ¿Quién va responder por el daño psicológico que Fátima pueda acusar? ¿Quién se hace responsable?

Las redes sociales son una herramienta poderosa, tan poderosa que pueden destruir a una persona, por dentro y por fuera.

¿Acaso con total impunidad?

Fátima ya habrá digerido todo lo que cientos de personas andan diciendo de ella, sin conocerla.

Censura, no. Regulación, sí. Responsabilidad para opinar, empatía.

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